La lucha libre en Tulancingo es más que un espectáculo representado por personas con agilidad física y adrenalina para tirarse desde la tercera cuerda de un cuadrilátero, históricamente, detrás de la identidad que guarda una máscara está el talento, compromiso, pasión y disciplina.
En entrevista para El Universal Hidalgo, el empresario y promotor de la lucha profesional mexicana, Crazy Boy, narró que desde hace 16 años promueve el pancracio como una disciplina deportiva saludable, practicada por infantes y jóvenes.
"Desde niño siempre quise ser luchador, pero para ejercerlo tuve que terminar la preparatoria como requisito para que mi madre me apoyara; le agradezco que fuera determinante en eso", dijo el luchador.
Su intención, expresa, va más allá de identificar nuevos talentos, pues es promover una cultura de la responsabilidad, voluntad y respeto hacia los padres de familia, así como la prevención de adicciones y alcoholismo.
"Alternar el estudio con el deporte es una gran herramienta para evitar la ociosidad, te sirve en la vida cotidiana a tener empatía y te enfoca en lo que realmente te apasiona", señaló.
Para Crazy Boy, superar las adversidades personales con ayuda de profesionales en terapia, además de cursar el cuarto y quinto paso de alcohólicos anónimos, le permitió conocer la resiliencia, por lo que ahora comparte su experiencia de vida para promover el amor propio entre el sector juvenil.
"La empresa DTU inició por jóvenes locos que nos gustaba la lucha extrema, pero, la promoción y producción de eventos es parte de lo que aprendí desde niño, porque mi familia es comerciante".
DTU, actualmente, cuenta con 30 estudiantes activos en Tulancingo, mientras que en la república mexicana hay cien luchadores profesionales que se integran a las filas de la empresa, más los que hacen posible las giras y eventos programados.
La escuela de lucha libre municipal y en el centro de Desarrollo Municipal, ubicados en Tulancingo, la filial en Puebla y Ecatepec, son parte de la expansión de DTU, mismas que cuentan con playeras, máscaras y souvenirs, artículos que permitieron contar con recursos durante pandemia.