Pocos saben que la celebración del día de San Valentín está manchada de sangre.

La versión religiosa dice que Valentín fue un santo cristiano que fue martirizado por el emperador romano Claudio II.

San Valentín fue un sacerdote que nació en Roma a mediados del siglo III y fue sacrificado porque se dedicó a casar parejas por el rito de la iglesia aun cuando el emperador lo había prohibido.

Aparentemente el sacerdote hacía los rituales en la clandestinidad y a veces reunía grupos para celebrar las ceremonias, hasta que fue descubierto.

Claudio II lo mandó azotar, golpear con mazas y luego decapitar el 14 de febrero del 270.

Al paso de los años, el Papa Julio I, 337 al 352, hizo construir una Iglesia en su honor en el año 350 cerca de Ponte Mole, no lejos de la Vía Flamínia, donde fue martirizado y sepultado.

Más tarde, el Papa Pascual I, 817 al 824, hizo trasladar sus restos a la Iglesia de Santa Práxedes, donde supuestamente se conservan.

Muchas de las leyendas que lo rodean actualmente fueron probablemente inventadas durante la Edad Media en Francia e Inglaterra.

Decapitado en nombre del amor | Imagen ilustrativa
Decapitado en nombre del amor | Imagen ilustrativa

La otra historia

No es el suyo un patronazgo (de los enamorados) histórico, sino por una simple coincidencia de calendario, ya que su fiesta es la cristianización de las Lupercales, celebradas por los romanos ya en el siglo IV antes de Cristo, el 15 de febrero, dedicadas a atraer la fecundidad sobre las mujeres.

Las Fiestas Lupercales se celebraban en la antigua Roma. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro). Un cuerpo especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci o amigos del lobo) eran elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad. Se reunían el 15 de febrero en la gruta del Lupercal en el monte Palatino.

Luego de sacrificar a un perro y un macho cabrío, los jóvenes arrancaban la piel de las bestias y corrían desnudos por el bosque.

A su paso golpeaban con las tiras de piel a los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de purificación.

A las mujeres que se encontraban las violaban, con lo cual garantizaban su fertilidad.

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