En la comunidad de San Antonio Oxtoyucan, ubicada en el municipio de Zempoala, existe una tradición de Día de Muertos ha perdurado a lo largo de una década. Esta festividad, que comenzó con la generosa iniciativa de Susana Nava, ha florecido en una celebración anual que involucra a toda la comunidad.
Diana Islas, una joven de 18 años, se encuentra en el epicentro de esta conmemoración que ha conmovido a los corazones de los habitantes de San Antonio Oxtoyucan. Hace 10 años, su madre comenzó una tradición única en la comunidad: un desfile de Día de Muertos, donde los vecinos se unen para obsequiar dulces a los niños que se disfrazan y recorren las calles del pueblo.
En su primer año, aproximadamente 180 infantes participaron en este desfile, pero con el tiempo, la celebración ha crecido en popularidad y, actualmente, alrededor de 300 niños se congregan para llevar a cabo esta tradición. Sin embargo, este año hay un cambio significativo en el liderazgo detrás de esta festividad que une a la comunidad.
“En una noble causa porque los niños son muy gratos, te dan las gracias con una emoción cuando reciben un dulce, que te dan ganas de volverlo a hacer”, comentó la joven.
Lamentablemente, la señora Susana sufrió un accidente que resultó en la pérdida de una pierna, lo que ha hecho imposible que ella continúe organizando el desfile como lo hizo durante una década. Este año, su hija Diana asume la responsabilidad de coordinar el evento. La joven está decidida a preservar esta pequeña fiesta y seguir llevándola a cabo en los próximos años, honrando la visión de su madre, quien no faltó al festejo con su disfraz de catrina y su silla de ruedas.
Lo que distingue a este desfile es la notable creatividad de los niños que participan. Utilizan material reciclable y prendas que tienen en casa para crear ingeniosos disfraces, y sus caritas pintadas son una parte esencial de la festividad.
“Es una actividad conjunta con los papás, los niños deciden de que se quieren disfrazar.Van a ver que llegan muchos disfraces que se quedan de ¿cómo lo hicieron? ¡Es algo muy maravilloso!”, expresó Diana.
La inspiración para esta tradición surgió cuando Diana celebraba su octavo cumpleaños un 3 de octubre. Durante su fiesta de cumpleaños, varios niños llegaron a pedir "calaverita". Con un corazón generoso, compartió lo que tenía en su fiesta con los pequeños. En otras casas, la tradición era repartir las frutas y colaciones que sobraban de la ofrenda. Fue entonces cuando la familia Islas Nava decidió instituir el desfile anual para que los niños de la comunidad pudieran disfrutar de dulces en lugar de alimentos del altar de muertos.
El recorrido tiene su punto de reunión en la base del transporte público de la comunidad, y los niños avanzan hasta llegar a la fuente que se encuentra en la entrada de la Iglesia. Durante todo el trayecto, Diana lidera el contingente con canciones tradicionales y señala las paradas en los puntos donde se distribuyen golosinas.
Para Diana, las festividades de noviembre representan la unión entre los vivos y los muertos. Es una manera de recordar y honrar a los seres queridos que ya no están con ellos.
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