En el municipio de Zacualtipán se esconde una estructura peculiar que sorprende a quienes la visitan: una casa tallada en el interior de una gigantesca roca.
Quienes alguna vez han intentado partir una piedra con herramientas manuales comprenderán lo arduo que es realizar una tarea de esta magnitud. No obstante, lo que más impresiona de esta vivienda no es solo la creación de un espacio habitable con puertas y ventanas dentro de la roca, sino que también cuenta con mobiliario esculpido en el mismo material, como mesas, bancas y un altar.
La historia de esta curiosa casa se ha desdibujado con el paso del tiempo, pero los relatos locales apuntan a que fue tallada pocos años después de la caída de Tenochtitlán en 1521, cuando Hernán Cortés envió expediciones para explorar nuevas tierras.
Uno de estos exploradores fue Bernardo Quesada de Omaña, quien, tras combatir en la región, abandonó su misión por razones desconocidas. Optó por refugiarse en esta enorme piedra, donde construyó su hogar. Con el tiempo, según la leyenda, Quesada se unió a la orden de los agustinos, adoptando el nombre de fray Bernardo Quesada de Cantabria y utilizando su casa como un oratorio personal, dedicado a la penitencia por las atrocidades cometidas en su pasado como soldado.
Otra versión de la historia sugiere que la vivienda pudo haber sido obra de un criminal, quien, para evitar ser descubierto, talló la figura de un soldado en la entrada de la casa, dando la impresión de que pertenecía a un militar.
Hoy en día, esta enigmática casa de piedra es uno de los principales atractivos de Zacualtipán, recibiendo a cientos de visitantes cada año. Además, se le atribuye el honor de ser el inmueble a partir del cual se fundó el pueblo.
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