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Irene Calderón, oriunda de Real del Monte, se ha convertido en una figura emblemática en las calles de este encantador Pueblo Mágico desde 2018. Su dedicación a la venta de pastes, una tradicional delicia culinaria, ha sido la principal fuente de ingresos de su familia, una historia que tomó un giro inesperado a raíz de la pandemia por Covid-19.
Antes de la crisis sanitaria, la madre de Irene era quien se encargaba de llevar los deliciosos bocadillos a las calles de Real del Monte. Sin embargo, cuando la pandemia azotó la economía local y limitó la movilidad, Irene tuvo que asumir la responsabilidad de salir a 'ranchear' y vender pastes para ganarse el pan de cada día.
La dedicación de Irene se manifiesta en su rutina diaria, que comienza a las 3:00 de la madrugada, cuando se levanta para empezar a preparar los pastes. A las 8:00 de la mañana, sale de su hogar para embarcarse en una larga jornada de trabajo.
En una hielera con servilletas de tela para mantener sus pastes calentitos, Irene ofrece una variada de sabores que incluyen pastes de papa con carne, frijol con chorizo, mole rojo, mole verde, hawaiano, salchicha, piña, arroz con leche, zarzamora y choriqueso. La preparación de estos pastes, una tradición culinaria de Real del Monte, requiere de tres a cuatro horas. Luego, se suman otras dos horas de espera mientras se hornean, garantizando que estén en su punto óptimo cuando los clientes comienzan a aparecer.
“El que más llegan a pedir es papa con carne, frijol con chorizo y arroz con leche”, comentó Irene.
Irene Calderón enfrenta innumerables desafíos en su trabajo, especialmente los cambios de clima que dificultan sus caminatas para vender los pastes, sobre todo durante la temporada de lluvias. Sin embargo, esta mujer no se permite descansar debido a la falta de recursos económicos en su hogar. Además, hace todo lo posible por no andar sola, procurando que sus nietos la acompañen para brindarle apoyo en su ardua tarea.
“A la casa depende como terminemos, si terminamos temprano, temprano llegamos y si no llegamos hasta las cuatro o las cinco de la tarde a casita”, relató la mujer.