Ubicada en la calle Venustiano Carranza, en la colonia Centro de Pachuca, el Salón Pachuca es mucho más que una simple cantina. Este emblemático lugar, dirigido por Mateo Alejandro Martínez Rubio y su familia, alberga 124 años de historia, un legado que comenzó cuando los ingleses llegaron a las minas de la región y establecieron tiendas donde se vendía alcohol a los mineros. Así inició lo que hoy es una de las cantinas más antiguas de la Bella Airosa.
Originalmente, este lugar funcionaba como tienda y con el tiempo se convirtió en un "botanero", traspasado en cinco ocasiones a personajes emblemáticos de Pachuca, como el fallecido director de Tránsito apodado "El Pajarito", quien lo bautizó como Salón Diana. Luego pasó a manos de Ramón González, conocido como “El Bigotón”, hasta que la familia Martínez Rubio lo adquirió hace 30 años.
Martínez Rubio recuerda cómo, con solo 22 años, su familia decidió tomar el mando del lugar, una decisión influenciada por el hecho de que su padre había sido cantinero en el negocio La Reforma. En ese entonces, solo existían tres botaneros en la ciudad. Durante tres décadas, Alejandro y sus hermanos han mantenido vivo el espíritu de este establecimiento, el cual fue recientemente remodelado para ofrecer un ambiente más moderno y familiar.
Las renovaciones incluyeron la transformación de la fachada a un estilo rústico con piedras traídas de cuatro minas diferentes de Hidalgo. También se mejoró la cocina y se construyó un baño para mayor comodidad de los clientes. “Se ve mejor, ha atraído más gente porque ya se convirtió en ambiente familiar donde vienen matrimonios, parejas, de todo”, comentó don Mateo.
El Salón Pachuca ha sido testigo del paso del tiempo. En sus orígenes, cuando era el Salón Diana, era frecuentado por mineros. Sin embargo, bajo la dirección de los Martínez Rubio, comenzó a recibir a trabajadores de la Procuraduría de Justicia, la Policía Judicial y empleados de la Coca-Cola, debido a su cercanía con estas instituciones. Alejandro señala que en un principio solo acudían hombres, pero hace 15 años comenzaron a verse mujeres en estos establecimientos, reflejando un cambio en la dinámica social.
El centro butanero también se ha convertido en uno de los lugares favoritos del gremio periodístico, entre ellos don Anselmo Estrada, uno de los pioneros de la comunicación en el estado, recordado con gran afecto por la don Mateo.
Una de las características que distingue a Salón Pachuca de su competencia es su oferta de botanas. Con una sola bebida, los clientes reciben desde caldos y taquitos hasta chile relleno y pescado frito, haciendo que la experiencia sea completa. Con un costo de 300 pesos, los comensales pueden disfrutar de tres cervezas nacionales o cubas, acompañadas de una serie de bocadillos.
En palabras de Alejandro: "Pide una bebida y le damos caldo y taquitos, pide otra bebida y va chile relleno, otra y le damos pescado frito, torta de bacalao o tostada de pata, y sale uno bien comido". El horario de atención es de 13:00 a 21:00 horas, manteniendo el espíritu acogedor y tradicional.
A pesar de las adversidades, como la pandemia de COVID-19 que los obligó a cerrar temporalmente, Alejandro asegura que pensó en rendirse. Gracias al apoyo de familiares y amigos, no solo mantuvo el negocio a flote, sino que cumplió su sueño de renovar el lugar.
Uno de los elementos más preciados de esta cantina es su barra de cedro, que tiene más de un siglo de antigüedad y fue traída por los ingleses. Este mueble histórico, que aún conserva el grabado de la corona de Inglaterra, es testimonio del pasado minero de la ciudad y una de las muchas historias que se encuentran entre las paredes de este antiguo centro botanero.
Hoy en día, el Salón Pachuca sigue siendo un punto de encuentro para todo tipo de personas, desde toreros y cantantes hasta familias que buscan disfrutar de una tarde en un ambiente acogedor. La cantina sigue siendo dirigida por los hermanos Martínez Rubio, con el apoyo de uno de los hijos de Alejandro, asegurando que este legado continúe por muchas generaciones más.
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