Estela encontró la historia de su padre en un portafolio de terciopelo color café que se cayó del cajón de un viejo ropero. Dentro del morral halló fotos y credenciales de un hombre joven, de ceja poblada y abundante bigote, era su papá: Ángel Arellanos Saldívar, alias ‘El Nopal’, un minero hidalguense que fue topo rescatista en el sismo de 1985.
“De la historia de mi papá fui partícipe, lo vi en el 85, nos tocó ver cuando se fue a trabajar, dieron las tres y no regresó, lo fueron a buscar mis hermanos a la mina y resulta que no lo encontraban por ningún lado. Después de eso, llega mi tío que trabajaba en la Compañía Real del Monte de contador y nos dice que nos calmáramos, que no pasaba nada, que a mi papá se lo habían llevado de rescate al sismo”.
Murió a los 80 años de un paro respiratorio y la última etapa de su vida la vivió con EPOC, una enfermedad pulmonar crónica que desarrolló por su trabajo como minero. Falleció el 20 de marzo de 2017 y desde entonces, su hija Estela Delgado Arellanos se dedicó a rastrear la historia de su padre.
Empezó en el Museo de Minería, pero no encontró pistas; después tocó puerta por puerta de las casas del barrio de El Arbolito, uno de los más antiguos de la capital con asentamientos cercanos a los tiros de las minas.
En cada vivienda preguntó si había exmineros o mineros, el mismo recorrido fue en la colonia 11 de Julio y en el atrio de la iglesia de La Asunción del centro histórico de la ciudad, donde se congregan estos trabajadores.
Entre las pláticas logró saber que a su papá lo apodaban ‘El Nopal’ y que fue malacatero porque se encargaba de operar la máquina que mueve a los obreros hacia lo más profundo de las minas.
El rompecabezas de la biografía lo completó con las credenciales resguardadas en aquel morral café, con un par de diplomas que halló al interior de un huacal de madera y con la copia de un cheque que la Compañía del Real del Monte y Pachuca le dio como gratificación por salvar vidas en el sismo.
DE MINERO A RESCATISTA
Si por algo recuerdan en las minas a ‘El Nopal’, es por su vocación de ayudar. Cuando había accidentes improvisaba camillas para sacar a sus compañeros. En 1979, a un minero le explotó un polvorín en la mano y él brindó los primeros auxilios. Seis años después, se fue como rescatista al sismo del 85.
Aquel 19 de septiembre, Estela –de entonces 14 años- recuerda que su papá salió a trabajar, debió volver a las 3 de la tarde, pero no regresó. Lo buscaron en la mina de San Juan Pachuca y en una que otra cantina que frecuentaba, sin éxito.
Por la noche, un tío llegó y les avisó que se lo habían llevado a la Ciudad de México junto con otros mineros, por su experiencia trabajando debajo de la tierra, como si fueran topos.
El 20 de septiembre Ángel volvió a casa. Estela recuerda que su papá llegó sucio, que solo pedía comer y dormir. Al despertar, a ella y a sus ocho hermanos, les contó que se metió entre los escombros y logró rescatar con vida a una mamá que entre sus brazos cargaba un bebé.
“Mi papá llegó muy mal, sucio, su ropa llena de polvo. Nos platicó que había muchas personas, que a él le había tocado rescatar a una señora que estaba con su bebé y que gracias a Dios los encontró con vida. Nos comentaba que había muchos difuntos, que querían meter máquinas, pero él pedía que no, porque podían haber más”.
Por el auxilio y rescate, lo reconoció la compañía minera de Real del Monte, el Sindicato de Trabajadores Mineros y la Cámara Minera de México.
Un año después del sismo, Ángel se jubiló a los 49 años de edad y murió a los 80. Tras su muerte, su hija Estela, de 52 años y de profesión enfermera, intenta rescatar las memorias de su padre, conserva los reconocimientos y una decena de credenciales que acreditan su labor como minero.
Después de un par de años de búsqueda, logró que el retrato de su papá quedara inmortalizado en una de las paredes del Sindicato Minero situado en la calle Cuauhtémoc de Pachuca, también están sus diplomas junto al nombre de otros topos hidalguenses que ayudaron en el sismo del 85, cuando el conocimiento de ser minero se puso al servicio de la urgencia humanitaria.
Ángel Arellanos Saldívar nació el 9 de marzo de 1937, fue el menor de seis hermanos y estudió hasta tercero de primaria.
En la niñez se dedicó a pastorear borregos, también fue ayudante de carpinteros y zapateros. Entre los 15 y 16 años entró a trabajar a la mina.
Inició como ayudante y después fue engrasador de malacate, que es una maquinaria que se ocupa en la mina. Finalmente, llegó al puesto de malacatero y en sus últimos años, fue repartidor de agua en pipas dentro de las minas.
Su verdadero nombre fue Abraham Vicente Delgado Morales, pero se cambió al seudónimo de Ángel porque lo corrieron de la mina por enfermedad y para regresar decidió tomar el nombre de uno de sus tíos. Mintió sobre su identidad porque necesitaba trabajar para mantener a sus nueve hijos.
Laboró en las minas de Loreto, San Juan Pachuca, Paraíso, Camelia, Acostas y La Dificultad. En 1956 se integró como miembro del Sindicato Minero. Como otros mineros, frecuentaba las cantinas de: La Palma, El Relámpago y Don Cuco.
Se retiró del duro trabajo en las minas en 1986. Murió el 20 de marzo de 2017 a los 80 años de edad, falleció de un paro respiratorio, en sus últimos ocho años de vida padeció Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) que adquirió a raíz de su trabajo. “Tengo plata y oro en los pulmones”, era uno de sus dichos favoritos.