El sonido del arroyo de agua es relajante, rebota en las paredes y recorre todo el túnel. Está obscuro, solo unos rayos de sol entran por unas cuantas rendijas. La temperatura es buena para descansar, si se puede tolerar el fuerte olor del drenaje.
La segregación social y el desplazamiento que realizan las autoridades ha provocado que este escenario sea el hogar y refugio para personas en situación de calle de Pachuca. El lugar es adecuado para dormir y resguardarse del frío y la lluvia, pero también para consumir drogas.
El largo canal de aguas negras se divide en dos partes. Una está a la intemperie, a espaldas de casas y en la periferia de la mancha urbana. El camino está lleno de vegetación, los árboles son aprovechados como tendederos, sanitarios o camas. En el suelo hay cobijas, fogatas, ropa y latas de inhalables (conocido como activo). La organización Por la Inclusión y Derechos Humanos realizó un recorrido y mapeo en este lugar, una de las zonas de la ciudad con mayor afluencia de población callejera (incluye a quienes laboran informalmente en las vialidades y quienes pernoctan en ellas).
Debajo de un gran pirul se concentran dos hombres, una mujer y media docena de perros. En cuclillas prenden una fogata. Nos observan acercarnos a lo lejos, se alertan, se levantan y uno toma un gran palo de madera. Los activistas les hacen señas para entregarles víveres y cobijas. Se acercan y comentan que se espantaron, y preguntan: ¿De qué iglesia son? ¿De qué partido son? Agradecen, piden dinero y regresan a su fogón.
En una segunda vuelta para continuar con la entrega de provisiones los volvemos a encontrar, ahora saliendo del subterráneo, la otra parte del drenaje que se encuentra debajo de la ciudad. Su semblante y comportamiento ya es diferente, parecen protagonistas de los videos que circulan en redes sociales que muestran la vida de una persona que consume fentanilo en las calles de Nueva York. Arrastran los pies, hacen muecas, retuercen sus articulares y hacen ruidos extraños. Ya no sostienen la mirada y cuando voltean a verte no recuerdan quién eres.
Para entrar a este lugar hay que bajar y brincar y sortear un camino de piedras para cruzar las aguas negras. En las orillas, donde corren las ratas, hay más fogatas, ropa y una especie de madrigueras. Ahí, explica la activista Pamela Alvasanto, duermen las personas en situación de calle. Pernoctan en cuclillas, siempre alertas por si hay una redada, por si crece el afluente del río de aguas negras o por cualquier situación de alerta que haga que tengan que salir corriendo. Ahí no solo duermen personas con problemas de consumo de drogas, sino también familias, pues es mejor que quedarse en la calle y sufrir el frío.
En las últimas semanas, el gobierno municipal de Pachuca, encabezado por el alcalde Jorge Reyes, ha realizado un operativo para retirar de puentes, estaciones de la ciclovía y parques a personas en situación de calle que pernoctaban en estos espacios. También han quitado a limpiaparabrisas que trabajaban en los principales cruceros y semáforos de la ciudad, luego de que uno de ellos apuñaló a un joven de 28 años que ayudó a una mujer que era amedrentada por negarse a recibir el servicio. Aunque el agresor fue identificado a través de las cámaras de seguridad, las autoridades aún no han informado sobre su detención.
No obstante, para Pamela esta no es la solución a los problemas de desempleo, salud y adicciones a los que se enfrenta la población callejera, sino que solo se mueve de lugar. Consideró que se requieren políticas públicas y programas sociales que ayuden a erradicar este fenómeno social, como son un refugio permanente y no solo invernal como el que han realizado en los últimos cuatro, donde, dijo, han logrado aproximadamente 150 casos de reinserción social, con personas que han regresado a sus hogares y con sus familias, otros que entraron en programas de desintoxicación y unos más que encontraron trabajo.
“Hemos tenido esa cifra tan increíble, porque incluso es más alta que muchos centros de rehabilitación de adicciones que tienen un índice más bajo que nuestro índice de reinserción. Es alto porque lo hacemos multifactorial, lo hacemos desde varios puntos, muy humanos (…) Están tan acostumbrados a que los corren cuando se resguardan del frío, de la lluvia, en alguna institución, en algún negocio, en algún comercio, en una caseta vacía, como lo sacan pues están muy a la defensiva. Siempre están cuidándose de que no los corran, de que no los vayan a lastimar, de que no los criminalicen porque tienen miedo de que los lleven a la cárcel. Obviamente no resuelve su problema el cambiarlos el lugar”, mencionó.
Detalló que en el refugio los apoyan a tramitar sus documentos oficiales, atienden su salud e identifican qué habilidades tienen para reinsertarlos al mundo laboral. No obstante, esto lo hacen solo durante los 100 días que dura el programa de Refugio Invernal, el cual no está asegurado para este año, pero, a su consideración, estas acciones deberían realizarse todo el año.
Al respecto, el alcalde ha informado que están analizando la continuidad de este programa en su administración y dijo que ya trabajan con la Secretaría del Trabajo estatal para impulsar un programa laboral para estas personas, así como con instancias de salud y asistencia social para atender los problemas de adicciones.