Debo confesar que ahora sí me dio miedo. Me dio miedo el alcance de una marcha que levanta costras de las heridas, que incomoda a funcionarios, que desconcierta a los medios de comunicación, pero que llama la atención de niñas, convoca a vestirse de morado y a recordar que están matando a las mujeres.
La marcha del #8M no fue muy distinta en Pachuca, que, en Puebla, que, en la CDMX, que, en el país, en el mundo. Tuvieron una voz común: ¡alto a la violencia!
Pachuca no se escapó de lo que pasó en otras ciudades, se estima que unas seis mil mujeres se reunieron en diferentes contingentes en marcha, con pancartas, con pañoletas, con el puño en alto, morado y verde. Mujeres de la tercera edad se sumaron, niñas tomando de la mano a su mamá, jóvenes con consignas.
Sí, son diferentes generaciones, pero los rostros decían lo mismo: “queremos vivir en paz”. Y yo las vi, no me están contando, yo vi cómo las más jóvenes llegaron a la Plaza Juárez el viernes 8 de marzo, entre 4 y 5 pm. Ya con pañoleta, pancarta y una botella de agua, se dirigieron hasta la Prepa 1 sobre Avenida Juárez, dieron vuelta hacia Revolución y llegaron a la Plaza Independencia con su Reloj Monumental ya tatuado de marchas anteriores, consignas en negro, morado y verde otra vez.
El Reloj lucía banderas en esos tonos y el logotipo de un puño en alto, ondeando en los balcones de la torre, en una tarde calurosa. Podría decirse que fue el punto medular, pero luego la calle de Guerrero y más tarde lo fue la Plaza Juárez con su Palacio de gobierno, donde por cierto primero se colocaron protecciones al edificio, luego las quitaron.
En el Reloj Monumental vi a mujeres jóvenes caminando, unas acompañadas de sus hijas, una de ellas, como de 5 años con su vestido morado, como de bailarina, y portaba unos globos blancos y rosas, además de un letrero que decía “A las niñas no se tocan”. Pidió una foto y sonrió.
Otra chica, con el uniforme del día, digo uniforme porque ese día el color era violeta, púrpura, lila para casi todas. Llevaba a su perrita con unas alas moradas. Pedía por los derechos humanos.
Es toda una diversidad de grupos de mujeres, desde la edad, la ocupación, la sororidad, y un bloque negro, el que todas sabemos que es el rudo, el que los medios sabemos que no se puede grabar ni hacerle fotos. Ellas son anónimas porque cuando van contra el “blanco” todas dicen a coro: “fuimos todas”, “no fue una, fuimos todas”.
Estuve otra vez en la marcha, como desde hace varios años, al frente del contingente, con más compañeras y compañeros de medios, transmitiendo en vivo, fotógraf@s y reporter@s. Vimos cómo se detuvieron en la calle de Guerrero esquina con Salazar. Dijeron que se había perdido una niña de 9 años, que la buscaban sus familiares. Luego otro alto para buscar a los familiares de otra compañera.
No sé, parecía extraña la marcha, como contenida, como que se iba a dispersar.
Después una chica con ataque de ansiedad. Varias la contuvieron formando un círculo. Pero ella, le voy a decir “Eva”, sólo veía hacia el frente, angustiada.
Luego una estampida. Corrimos. Seguíamos en la calle de Guerrero. Más tarde supimos que fue porque esquina con Nicolás Romero un hombre violentó a alguien del contingente y como respuesta se le fueron encima todas y su auto de lujo terminó en malas condiciones. Algo similar ocurrió en CDMX cuando un hombre entró a la marcha en motocicleta, golpeó mujeres, recibió golpes y lo detuvieron. ¿Son kamikazes?
Me dio miedo cuando hubo otra estampida y nos metimos a una paletería, vi niños adentro y después un olor a pintura, salimos corriendo con cara de angustia. Bajaron las cortinas y luego el bloque negro empezó a martillarlas. ¿Para qué?
Si, miedo, como el que tiene una mujer violentada, o su familia cuando se entera de su muerte. Miedo por la violencia sin razón.
Todas con sus historias en el rostro.
Nuevas generaciones. Generación violeta.
Lo cierto es que… la marcha provocó movimiento de masas, caos; miedo, adentro, afuera, pero también esperanza. ¿De qué otra manera se puede explicar el dolor de la violencia?
X@AidaSuarezCh
