Hace treinta años, México, Estados Unidos y Canadá tomaron una decisión que cambiaría el rumbo de la región. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 fue un acto de audacia, pero también desató temores y discursos cargados de xenofobia.

En Estados Unidos, se decía que los empleos manufacturados “migrarían” hacia México, afectando a los trabajadores locales. En nuestro país, se temía que los pequeños agricultores no podrían competir con los productos extranjeros. Canadá, mientras tanto, debatía cómo mantener su autonomía económica frente a dos vecinos más dinámicos.

Hoy, casi tres décadas después, la evidencia desmiente esos temores. Norteamérica no solo ha sobrevivido a su integración, sino que se ha convertido en uno de los bloques económicos más competitivos del mundo. El comercio trilateral pasó de 290 mil millones de dólares en 1993 a más de 1.2 billones en 2022. México, que entonces era visto como el socio más vulnerable, se ha convertido en el principal socio comercial de Estados Unidos, mientras que Canadá sigue siendo clave en sectores como la energía y los recursos naturales.

La industria automotriz es un ejemplo emblemático de esta integración. Un vehículo fabricado en Norteamérica puede cruzar la frontera hasta ocho veces durante su ensamblaje. Esta colaboración genera millones de empleos y nos fortalece frente a competidores globales como Asia. Sin embargo, la xenofobia sigue siendo un desafío.

No es solo una cuestión de discursos políticos, sino de actitudes cotidianas, por ejemplo en Hidalgo, algunos vecinos de la capital se opusieron recientemente a la creación de un refugio para niños migrantes, muchos de ellos mexicanos. Alegaron “preocupaciones de seguridad”, ignorando que esos menores buscan escapar de la violencia y la pobreza. Este rechazo no es único. En Estados Unidos, resurgen las promesas de muros y cierres fronterizos, mientras que en Canadá persisten las inquietudes sobre soberanía y medio ambiente.

Pero más allá de estos temores, las cifras cuentan otra historia. México, Estados Unidos y Canadá generan juntos el 28% del PIB mundial, más que bloques como la Unión Europea. Según el Banco Mundial, el 40% del contenido de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos se produce en territorio estadounidense, un ejemplo de la profunda interdependencia económica que nos une.

El T-MEC, que reemplazó al TLCAN, refuerza esta cooperación. Frente a retos globales como la transición energética, la competencia tecnológica con Asia y las cadenas de suministro, Norteamérica tiene la oportunidad de consolidarse como líder mundial.

La región es un recordatorio de que las fronteras no tienen por qué dividirnos. Las barreras físicas y simbólicas que algunos insisten en construir son pequeñas frente a un continente que ha aprendido a complementarse. El futuro de Norteamérica no está en los muros, sino en los puentes que hemos comenzado a construir juntos.

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