En 1952, Alan Turing, el brillante matemático británico que descifró el código Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, fue condenado por “indecencia grave” y se le ofreció la opción entre la cárcel o la castración química. Optó por esta última, un tratamiento que tuvo efectos devastadores en su salud física y mental. Turing se suicidó en 1954.

El único crimen de Turing fue ser homosexual y a pesar de sus extraordinarios servicios para los Aliados, cruciales para derrotar a la Alemania Nazi, el Reino Unido decidió empujarlo a la muerte. Fue hasta 2009 que el gobierno británico ofreció una disculpa pública por su trato, reconociendo con ello que la humanidad se retrasó décadas en el campo de la computación.

Quince años después la comunidad LGBTQ+ se rebeló contra una redada policial en el bar Stonewall Inn en Nueva York. Esa noche desató una serie de protestas que se extendieron durante días y encendió la llama del movimiento moderno por los derechos LGBTQ+. Al año siguiente, el 28 de junio de 1970, se organizó la primera marcha del orgullo, desde entonces, las marchas se han convertido en símbolos de visibilidad, resistencia y celebración de la diversidad.

El sábado pasado más de 260 mil personas desbordaron las calles de la Ciudad de México celebrando el orgullo de la diversidad pero también con el reclamo de que en nuestro país la comunidad sigue enfrentando abusos, discriminación y violencia. Los crímenes de odio, incluyendo asesinatos y agresiones, son una realidad alarmante, porque mientras las calles de Reforma se pintaban de banderas multicolor en Puebla el influencer Fer Ortega era asesinado después de una cita.

La violencia en las calles se suma a la ejercida de manera institucional, como la salvaje acción perpetrada por el líder sindical del INFONAVIT, realizada precisamente en este mes del orgullo, cuando retiró y desgarró la bandera de la diversidad de la sede central del instituto. Una acción retrógrada que nos hace recordar la importancia de no flaquear en la educación y el respeto en todas las instituciones.

Las razones de visibilizar a la comunidad no son para menos, la falta de sensibilidad y formación institucional agrava la exclusión y el maltrato. Los jóvenes LGBTQ+ son particularmente vulnerables, enfrentando acoso escolar y rechazo familiar. El alto índice de suicidio entre jóvenes LGBTQ+ en México es un trágico indicador de la presión y el aislamiento que muchos enfrentan.

Cada marcha celebrada es un paso hacia un futuro donde todos puedan vivir con dignidad y sin miedo a ser quienes son. Con cada acto de resistencia y solidaridad, la comunidad sigue avanzando hacia un mundo en donde el amor prevalezca, porque nadie debería sentir miedo por ir de la mano de la persona que ama.

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