En cada rincón de los pueblos la vida se llena de color, música y aromas que despiertan la memoria y convocan a las almas de los muertos, el Xantolo es un lazo invisible que conecta a vivos y sus muertos, una expresión de identidad que se vive con pasión y rivalidad.
La fiesta para recibir a los muertos unos días toma vida a través de sus comparsas y danzas que llenan las calles y plazas, en cada paso, las cuadrillas con gente del pueblo, con sus paliacates rojos y máscaras de madera, se lanzan al ruedo para desafiar a la muerte y burlarse de ella, mientras sus pasos retumban al ritmo de la música, vestidos de de sus familiares muertos hombres o mujeres con vestimenta de antaño remedan sus movimientos cadenciosos y cuentan historias ancestrales en el baile como la del Comanche, el canario, los matlachines, la guajolota y sepan cuántos bailes más, no es un simple baile, es una forma de representar a los muertos que dejan unos días el Mictlan para convivir un ratos con los vivos.
Este año en plena competencia y rivalidad cada pueblo busca ofrecer una celebración única que refleje su identidad, gastronomía, arraigo cultural y amor por sus muertos.
Por las tardes y noches, las familias preparan los altares en las casas del jefe o jefa mayor, en las plazas o en las entradas de los barrios, las velas se encienden una a una, mientras el olor del copal purifica el aire, la cempasúchil, la flor de mano de león y el bojolillo tiñen de naranja los altares y trazan el camino de regreso para los que, en vida, tanto amamos; se escuchan las risas de los niños mientras colocan dulces y calaveras de azúcar; los mayores preparan el chocolate, los tamales y el zacahuil, el pan y todo lo que les gustaba a sus seres queridos, es una fiesta de los sentidos, un encuentro donde los difuntos se sientan a la mesa y, en espíritu, comparten los alimentos con los vivos.
Cada localidad tiene su manera particular de celebrar a los muertos, con eventos y actividades que reflejan el alma de su gente; en Jaltocán, los arcos floridos representan la puerta de entrada al mundo de los vivos, se decoran con palma y flores, como un umbral majestuoso que invita a las almas a cruzar, a lo largo de los días de fiesta, la danza del Comanche simboliza la protección contra los malos espíritus, los danzantes, con sus trajes coloridos, movimientos enérgicos y pasos ancestrales, se convierten en guardianes de la comunidad, la música, el huapango inunda el ambiente y no falta quien, en algún rincón, entone versos humorísticos y picarescos en las calaveras xantoleras, dedicadas a figuras públicas y personajes del pueblo.
En Atlapexco se realiza un homenaje a un ilustre personaje del pueblo, participan cuadrillas de Veracruz, Honduras, Colombia y Chile, se organizan concursos de arcones y altares, desfiles y demostraciones de cuadrillas locales, además de un gran baile popular.
Tlanchinol celebra el Desfile y el encendido de velas, con rituales de ofrenda al Arco Monumental, recorridos de leyendas, y demostración de cuadrillas, exposición de cacao, café y convivencias con arcos y trovas en el panteón.
Huejutla inicia con la inauguración del Valle de los Muertos en la Catedral, ofrece recorridos gastronómicos y artesanales, destacan exhibiciones de moda tradicional y un súper bailongo.
San Felipe Orizatlán ofrece actividades como la elaboración de muñecos Xantoleros, desfiles de catrinas, concursos de huapango y altares, charreadas, cabalgatas y un torneo de cintas, los eventos concluyen con una carrera de caballos y bandas de viento en el panteón.
En Molango las festividades inician con la instalación de altares y murales en honor a los difuntos, se presentan danzas, concursos de pan de muerto, mole, bordado tradicional y una exposición fotográfica, hay actividades como caminatas y desfiles de catrinas, rodadas de terror, y linternas flotantes en honor a los fallecidos.
Huazalingo organiza desfiles y concursos de cuadrillas y catrinas por las principales calles, con exhibiciones de arcos y proyección de películas en el auditorio, encendido de velas.
Huautla realiza demostraciones de danzas, rituales de recibimiento a los difuntos, recorridos de altares y convites con música tradicional, destacan los protocolos de ofrenda.
En Yahualica desfiles y el tradicional cambio de lazo de la campana en la parroquia de San Juan Bautista.
Calnali incluye exhibiciones de arcos de Día de Muertos, talleres infantiles de elaboración de cacao y desfiles de catrinas.
Tehuetlán inicia con un recorrido de cuadrillas y la coronación de “Niña Mijkailhuitl” y “Señorita Sempoalxochitl”, se organiza una ofrenda a la Ánima Sola y destapes de disfrazados en barrios específicos.
En cada plaza, en cada esquina, la participación del pueblo es total, desde meses antes, los grupos ensayan, diseñan sus vestuarios, preparan sus máscaras, el 30 de octubre marca el inicio de las ofrendas con el Día de las Flores, cuando la comunidad se reúne para crear los altares con frutas, bebidas y todo aquello que simbolice abundancia y calidez de un hogar que nunca olvida, al caer la noche, las velas iluminan los arcos y el aroma del copal se mezcla con el de las flores, crea una atmósfera sagrada que sella el pacto entre generaciones.
En Atlapexco, Molango y San Felipe, el 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre son días dedicados a los niños y adultos que partieron, en este tiempo, las calles se llenan de comparsas, cuadrillas y huapangueadas, la música de jaranas y violines acompaña los desfiles y los bailes, mientras la gente se arremolina para ver desfilar a los coles, viejos y huehues, personajes disfrazados que representan a los difuntos y que, con su andar cómico y grotesco, recuerdan que la muerte también tiene su toque de humor, aquí el huapango llama a desempolvar las botas, a bailar con los vivos y a brindar con los ausentes.
El 2 de noviembre la fiesta para los muertos alcanza su punto más solemne, las cuadrillas se presentan en los panteones, donde se llevan a cabo ofrendas especiales y se encienden las últimas velas, es un momento de respeto y recogimiento, donde la risa y el bullicio dan paso a la introspección, la despedida es dulce, porque la comunidad sabe que los muertos, aunque se vayan, siempre regresarán, así, el Xantolo se convierte en una reafirmación de vida, una forma de celebrar nuestras raíces y de recordarnos que la muerte no es más que otra forma de estar presentes.
Al final, cuando las cuadrillas se quitan las máscaras y revelan sus identidades, la fiesta llega a su cierre, dejan en los corazones la promesa de un reencuentro el próximo año, las nuevas generaciones toman el relevo, y el Xantolo, con todo su esplendor, sigue vivo en cada rincón de la Huasteca; así que, si aún no has vivido una fiesta de muertos, estás a tiempo, selecciona qué pueblos y hasta cuánto puedes comer y qué costumbres quieres conocer y siéntete parte de esta comunidad y experimenta cómo, en cada paso, en cada altar, en cada plata de comida, en cada canto, el pueblo huasteco celebra la vida en memoria de sus muertos.
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