El mundo ha cambiado con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Desde mucho antes de que el presidente de EUA dijera que su palabra favorita era tarifas, México tendría que haberse puesto las pilas para pensar en una estrategia de desarrollo diametralmente distinta a la que hemos seguido los últimos treinta años. Una que si bien se enfocará en el fortalecimiento comercial con Norteamérica, también incluyera el desarrollo interno. Pero no lo hicimos.
Nos hemos conformado con ser el socio cercano a Estados Unidos. Festejamos el crecimiento de la industria automotriz basada en las cadenas productivas del TMEC. Nos creímos fuertes gracias a ese acuerdo comercial. Incluso aplaudimos cuando en el 2023 rebasamos a China como el principal exportador a EUA. No nos preocupó esa dependencia. Pensamos que con eso podía alcanzarnos para crecer sin tomar en cuenta la importancia de fortalecernos internamente.
China, a diferencia de México, lleva décadas preparándose para competir con Estados Unidos. Y decidió que una de las industrias con las que lo haría de manera importante sería precisamente la automotriz. No se agacharon al ver a Norteamérica fortalecerse en una industria que es intensiva en creación de empleos. Al contrario. Se pusieron las pilas e idearon una estrategia que comenzó en 2007 cuando al frente de Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Partido Comunista nombró a un ex ejecutivo de Audi.
Además se ideó una campaña de inversión con cuotas específicas puestas por el gobierno a los bancos para hacer préstamos agresivos para el sector automotriz. El Ministerio de Educación empujó la preparación de ingenieros. Y las reglas para construcción de fábricas e insumos automotrices fueron sencillas y claras para acelerar su apertura y funcionamiento.
Hoy China es el exportador más grande de automóviles en el mundo. La industria automotriz representa el 6 por ciento de su economía. Hay más graduados de las carreras de Ciencia y Tecnología en China que todos los graduados de todas las materias en Estados Unidos.
Así que mientras China se puso las pilas y ha hecho de su país una locomotora capaz de resistir las reglas de un Donald Trump aislacionista, México se quedó esperando a que el futuro llegara. Y ahora nos ha alcanzado. Y lo ha hecho cuando estamos muy mal preparados. Cuando internamente nos hemos autoinfligido daños graves. Tenemos una sociedad políticamente polarizada y profundamente desigual. En los últimos seis años hemos crecido en promedio menos del 1 por ciento (.85 por ciento, para ser exactos). En donde sí ha habido un crecimiento importante es en los índices de violencia.
Todo esto nos deja a merced del inquilino de la Casa Blanca y sus desplantes. Si la semana pasada se sintió un respiro de alivio porque Trump pospuso la entrada en vigor de los aranceles, esta semana volvemos a estar en modo emergencia ante el anuncio de tarifas para el acero y aluminio.
En China no le tienen miedo a Trump. A pesar de las tarifas que le impuso a ese país Donald Trump en su primer mandato, tarifas que siguen vigentes, China sigue exportando al mundo entero incluyendo a Estados Unidos. Solo como ejemplo, sus exportaciones de acero se han duplicado y han inundado los mercados internacionales, en especial en Asia y América Latina. La locomotora china sigue a toda velocidad, a pesar de Trump.
México, por el contrario, está en una muy mala posición para enfrentar a Trump. Winston Churchill dijo que nunca se debe dejar que una buena crisis se desperdicie. ¿Será esta crisis para nuestro país lo que finalmente nos ponga a hacer la tarea interna o más bien el último clavo de nuestro ataúd?
@AnaPOrdorica
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