Este 1° de febrero se cumplen 129 años del nacimiento de Alfonso Caso Andrade, un intelectual mexicano en la antropología, arqueología y en otras ramas del conocimiento, reconocido por formar parte del grupo de los Siete Sabios, junto con Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alberto Vásquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Teófilo Olea y Jesús Moreno Baca. Sus contribuciones permitieron develar fragmentos desconocidos de algunas culturas prehispánicas —como la zapoteca—; además, fue uno de los promotores de la autonomía de su alma máter, la UNAM.
Se tituló como abogado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y, poco después, realizó una segunda carrera en la Escuela Nacional de Altos Estudios, en donde también inició su labor como docente. Participó como fundador de la Escuela Bancaria y Comercial, donde incentivó el progreso de los negocios en el país. Dentro de los cargos que ocupó en la administración pública figuran: la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria (1928-1929); la jefatura del Departamento de Arqueología del Museo Nacional de Arqueología Historia y Etnografía (1930-1933); la dirección de dicha institución (1933-1934) y del Museo Nacional de Antropología e Historia (1939-1944), sumados a otros puestos que le otorgaron el reconocimiento en sus respectivos campos de trabajo y que formaron su legado.
En 1945, durante el conflicto por la Ley Orgánica de 1933, fue designado rector de la máxima casa de estudios. Su gestión es una de las más importantes en la historia de la UNAM, pues instaló el Consejo Constituyente Universitario, mismo que discutió y aprobó la legislación universitaria que aún sigue vigente. Gracias a esta transformación jurídica, se elevó la calidad de la formación académica, promoviendo la independencia y el derecho a proteger los intereses de quienes forman parte de la Universidad.
VÁngel Gilberto Adame
Su interés por ahondar en el mundo prehispánico surgió a partir de una “visita a Xochicalco [donde se interesó] por la arqueología y [...] por conocer el significado de los petroglifos de ese sitio [que] lo llevó a tomar diversos cursos sobre esta disciplina con Hermann Beyer, en la carrera de Historia [...]”. Así, exploró Monte Albán en el invierno de 1930. Dos años después descubrió la Tumba 7: una cripta zapoteca que en su interior guardaba los restos de una variada ofrenda mixteca. Caso transmitió estos hallazgos, no sólo a la sociedad de su época sino también a futuras generaciones. Los niveles complejos que estructuraron las cosmovisiones de los pueblos indígenas desde sus particulares formas de entender la vida y coexistir con su entorno.
Dentro de sus publicaciones se encuentran más de 300 libros dedicados a la arquitectura de las sociedades precolombinas. De estos destacan "El teocalli de la Guerra Sagrada", "La religión de los aztecas", "Calendario y escritura de las antiguas culturas de Monte Albán" y "El pueblo del Sol", donde deja entrever uno de los motivos para crear las deidades: “El temor y la esperanza son los padres de los dioses, se ha dicho con gran verdad. El hombre, colocado ante la naturaleza, que le asombra y anonada, al sentir su propia pequeñez ante las fuerzas que no entiende ni puede dominar, pero cuyos efectos dañosos o propicios sufre, proyecta su asombro, su temor y su esperanza fuera de su alma [...]”.
Alfonso Caso falleció el 30 de noviembre de 1970 en compañía de su esposa e hijos. Años más tarde sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres.
Columna La FUNAM, la universidad y yo