Tras recibir el sexenio más sangriento de la historia, que en su peor día registró 109 ejecuciones, la Presidenta Claudia Sheinbaum sabe que uno de sus mayores retos es disminuir la inseguridad, en especial los homicidios dolosos. Tan lo sabe que el martes en la reunión con gobernadores repartió tareas: “Las y los gobernadores deben asumir esa responsabilidad. Con todo respeto, ahí donde el gobernador no está presente, se nota. No es suficiente con atender un día a la semana, hay que estar diario”, dijo al lado de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, quien asentía con la cabeza como si no estuviera al frente de uno de los estados más violentos del país, junto con Guanajuato encabezado por Libia Denisse García, Sinaloa “a cargo” del increíblemente aún gobernador Rubén Rocha Moya, Estado de México con Delfina Gómez, donde le aplicaron el operativo “Enjambre”, Baja California gobernado por Marina del Pilar Ávila, Chihuahua con Maru Campos y Jalisco con el recién estrenado Pablo Lemus.
De los cinco estados más inseguros tres son de Morena, uno del PAN y otro de Movimiento Ciudadano. Los criminales no buscan partidos sino oportunidades y aliados dentro de la estructura de gobierno. Mucho por resolver en este nuevo escenario. ¿Quiénes son esos funcionarios? ¿Cómo y hacia dónde van a mutar los poderosos cárteles de la droga en especial, el de Jalisco y Sinaloa? ¿Quién de Los Chapitos o Los mayitos liderará la siguiente generación? ¿Cuándo querrán detener al “Mencho”, líder del Cártel Jalisco? ¿El fentanilo es el tope o qué más viene?
Los dos primeros meses de este sexenio se registraron, en promedio, dos feminicidios y 82 ejecuciones al día. Nada que celebrar, cierto, pero mucho que esperar ante el obvio cambio de estrategia centrado en la acción, aunque en el discurso sigan lanzando loas al expresidente, pues es mejor mantenerlo tranquilo y callado.
Sheinbaum logró, en dos meses, sacar de su marasmo al fiscal general de la República, sentar en la misma mesa y coordinarse con todos los gobernadores, con excepción de Coahuila y Tlaxcala, y que su secretario, Omar García Harfuch, encabece y opere la estrategia de seguridad nacional al lado de la Sedena y Marina. No es poca cosa, porque mientras ella toma el control de la seguridad, de las relaciones internacionales y de algunos de sus programas sociales; los lopezobradoristas y muchos antisheinbaumistas celebran y aplauden el destape de Andrés Manuel López Beltrán, boicotean al gobierno al trabajar -solo motivados por la venganza- en la elección del Poder Judicial, desmantelan los organismos autónomos, reeligen a Rosario Piedra en la CNDH, se retan a golpes como niños de primaria, acogen a Jorge Luis Lavalle en Campeche y a Miguel Ángel Yunes en la Cámara. Ya vendrá, creo, la hora de poner orden.
Sostengo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue un desastre y las consecuencias seguirán cobrando factura, también que es muy pronto para que sus fieles dejen de temer represalias de su líder al negarse a cumplir sus encargos. Pero también veo que la primera Presidenta de este país puede cambiar el rumbo, tal vez me equivoque y muchos lo celebren e incluso otros hasta lo deseen, pero este es un reto para ella, para todas las mujeres y para México entero. La secta en la que se convirtió el gobierno anterior deberá tender a desaparecer. En esa medida se volverán a fortalecer a las instituciones y se volverá a tener un estado digno de un país que ha luchado por su democracia, su libertad y su bienestar.
Claudia Sheinbaum enfrentará el reto con un solo escudero, Omar García Harfuch. Suerte.