Esta costumbre añeja de jugar la comida y bebida en cantinas y pulquerías sigue perdurando hasta nuestros días, en ocasiones también se benefician los mirones o los que echan porras, quienes comparten una copa, un trago y alguna botana, sin embargo, cuando se enojan los perdedores al no querer pagar toda la cuenta, sobre todo cuando es elevada a costa de los paleros, pero después de un rato de alegatos, casi siempre terminan pagando el consumo.
¿De qué juegos hablamos? Desde el viejo Rentoy llegado de España en el siglo XVI que según se sabe dos siglos después, jugaban Maximiliano, Porfirio Diaz y los revolucionarios de entonces, hoy sólo alguno que otro viejo sabe de él; a los ya tradicionales albures, conquián y brisca de la baraja española; el arte del dominó con cuatro por parejas o la libre, o los dados de “taba” de hueso de la pata de borrego, después dados numerados del uno al seis, o los del cubilete con sus entrados de quintilla, o para matar póker, full o “pachuca” y otras formas y mañas.
Dejado aparte, está el juego estrella de toda pulquería, La Rayuela, en sus variantes formales pintadas en un ladrillo o con el “abujerito” del tamaño de un veinte de cobre de los de antes, en una “tongolele”, que era una tabla de 20x20 cm. encima de un resorte con su base, para movérsela “al tiro”.
También el folclor del juego está en los dichos y ocurrencias y los consabidos “albures” de los participantes durante el juego, (motivo de otro espacio), así es común escuchar: ¡me doblo pichón del nido!, ¡no corran guajolotas!, ¡no enseñen las enaguas!, ¡pa’mí que todos los que me ven son ojos!, ¡es el pretexto para decir salud!, ¡aguas, aquí hay águilas mironas!, ¡como quieras quiero y como te acomodes puedo!, ¡a qué te tiendes Inés!, ¡ya estará cocol de anís!, ¡también corriendo se gana!, ¡o le das tú o le doy yo!, ¡déjala hasta mí!, ¡arrastra bien, arrastra pa’la sopa chico!, ¡hazlo rey!, ¡que se vuele una carta!, ¡aquí se trata de hacer enojar indios!, ¡por eso mataron al gato!, ¡me lo entacucho, dijo mi compadre chucho!, ¡a darle que es mole de olla!, y …¡aquí va el cierre pa’que se les quite! Y aprendan.
Desde hace tiempo se dijo que, en las cantinas de Pachuca, que eran muchas, se jugaba conquianes, brisca, dominó y rentoy, aquí un paréntesis para el rentoy, aunque aparece con la llegada de los españoles a América, desde mediados del siglo XIX se populariza y se jugaba en algunos salones específicos, en casas de aficionados, en reuniones sociales programadas o improvisadas, y en fiestas familiares.
Se cree que esa práctica se daba también desde el siglo XVll, entre los arrieros, los trabajadores del campo, así como en las cantinas y pulquerías, se dice también que los hacendados y rancheros de la época lo jugaban en algunas reuniones; ya desde ese tiempo se oía que se jugaba en las cantinas. En aquella época se prefería jugar conquianes, brisca o albures en las cantinas, sobresaliendo el juego del rentoy que tiene la característica de que generalmente se apuesta lo que se consume y si acaso la tercia ganadora se lleva un dinerito que puede ser parte de las inscripciones en los torneos o previo acuerdo de los jugadores, pero siempre es de poco monto.
El rentoy es un juego de señas y entendimiento, es habitual que estas señas se pasen sólo a uno de los jugadores, un líder informal del equipo. Es conveniente elegir al jugador "más joven" del equipo.
Hay una seña para cada carta alta, y los jugadores tratan de pasarlas sin que los vean los del equipo contrario. Estas son las señas que se pueden usar:
Tuerto: guiño
As de oros: elevar las cejas
As de copas: abultar una mejilla con la lengua
As de espadas: enseñar la lengua
As de bastos: mover hombro derecho
Malilla: mover hombro izquierdo
Otra seña de gran ayuda es la que se da cuando uno no lleva nada, va ciego (se cierran los ojos).
Tres de Bastos: elevar la nariz, bajar las cejas.
Caballo de Bastos: doblar la boca a un lado, sin abrirla, como si se contrajera un cachete
Sota de Oros: guiñar un ojo.
Dos de triunfo: mostrar la punta de la lengua. Este gesto curioso está en las fuentes antiguas.
Rey de triunfo: elevar las cejas.
Un sólo triunfo bajo en la mano: elevar un dedo.
Dos triunfos bajos en la mano: deslizar la punta del pulgar sobre las puntas de los dos dedos
siguientes de la mano.
Tres triunfos: llenar de aire los cachetes
Cartas malas: cerrar ambos ojos.
Aquí solo mencionamos la parte curiosa del juego que en el fondo tiene sus complicaciones por el valor adicional que se les da a las cartas.