“Espeluznante CRIMEN” se puede leer en el periódico “El Observador” del 3 de enero de 1923, la nota describe en una elegante redacción el asesinato de dos hombres en el barrio de La Villita y para su fácil lectura a continuación la transcribimos:

Un grupo de hombres desconocidos dio muerte a dos. La tarde se apagaba lentamente; y las sombras de la noche prontas a envolver entre sus lúgubres ropajes la ciudad, iban cayendo apaciblemente por doquiera, como una bandada de crespones deshechos por los furores de una tempestad.

Los trabajadores volvían a sus hogares con las lámparas en la mano pasando en grupos, envueltos sus trajes.

En el polar sutil que arranca de las rocas desgajadas. En el seno de la tierra, obedeciendo el impulso demoledor de la dinamita.

La Villita es uno de los barrios apartados de la ciudad, situado hacia el Sur; y se hunde entre las polvaredas que los autos levantan a su paso rumbo a la Capital de la Nación.

Una calma intensa era la que reinaba por aquel lugar, interrumpida por el trepidar de las locomotoras que hacen movimiento en las estaciones; por los tranvías semivacíos y por el ruido de los carros cargados con mercancías.

Nadie se imaginaba que entre la calma de la tarde. El Ave de la tragedia batía sus alas sobre la barriada que se estremeció de pronto, cuando se escucharon nutridas descargas que llenaron de pánico a los moradores de La Villita.

Nuestro Jefe de redacción pasaba por aquel lugar, ayer como a las cinco de la tarde; y al oír las detonaciones ocurrió al teatro de los sucesos, encontrándose ante un cuadro que ponía pavuras en el alma y crispaturas en los nervios.

Se había desarrollado en el interior de una tienda “Los Llanos de Apam” un acontecimiento revelador de la premeditación con que obraron los autores de este atentado que ha conmovido profundamente a los habitantes de aquel rumbo,

Un grupo compuesto de cinco a seis individuos arrebujados en uniformes abrigos para evitar se reconocidos, esperó a que de la tienda salieran algunos parroquianos; y cuando tras el mostrador se hallaban Vicente Roldán y su hijo Refugio del mismo apellido, aquella turba ebria de sangre, como un aluvión se precipitó sobre el interior, con las pistolas en mano, sembrando un pánico indescriptible a los disparos efectuados a quemarropa sobre aquellos infelices que cayeron acribillados a balazos en medio de un lago formado con la sangre que a borbotones manaba de las heridas recibidas alevosa y cobardemente.

Serían poco más o menos unos veinticinco los tiros que se dispararon sobre los Roldán que rodaron exánimes, sin que hubieran tenido tiempo alguno para recurrir a la defensa.

Por una de esas casualidades poco comunes en estos casos dramáticos, la esposa de Vicente Roldán que se hallaba también allí resultó ilesa no obstante que sobre todos dispararon los asaltantes, quienes huyeron protegidos por el pánico producido a la espantosa balacera que acabó con la vida de dos hombres.

Por los informes recogidos sobre el teatro de los acontecimientos, se ha llegado a la conclusión de que no fue el robo el que impulsó a aquellos desconocidos a obrar en la forma en que lo hicieron, pues que si esas hubieran sido sus intenciones, indudablemente la tragedia no hubiera tenido los tintes que le imprimieron aquellos desalmados.

Hurgando más y más en este doble crimen que tanta consternación ha causado entre quienes han tenido conocimiento de él, se llega a la conclusión de que se trata de una venganza enteramente personal, ya que uno de los extintos había desempeñado en algunas ocasiones el cargo de Juez de barrio, obrando no con energía, sino cometiendo varias injusticias con aquellas personas a las que por razón de su empleo, tocaba juzgar.

Un caso de injusticia es el que cometió no ha muchos meses, en las personas de un matrimonio al que dio de golpes con una pistola que portaba y con la cual siempre amagaba a los que por desgracia llegaban a sus manos.

Cuando en la Inspección General de Policía se tuvo conocimiento de estos sangrientos sucesos, se dispuso que dos camillas salieran hacia el teatro de los acontecimientos; y los cadáveres fueron levantados, haciéndose constar en el acta que con tal motivo se redactó, las declaraciones rendidas por la esposa del extinto Vicente Roldán.

Como nota complementaria agregamos que, en una de las planchas del Hospital Civil, a donde fueron enviados los muertos, hoy se les hizo la autopsia que marca la ley; siendo entregados luego a la familia para que se les sepultara en la necrópolis de San Bartolo.”

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