Amílcar Olán y dos hijos del gobernador Rubén Rocha (Foto: Especial / Carlos Loret)
Amílcar Olán y dos hijos del gobernador Rubén Rocha (Foto: Especial / Carlos Loret)

Era para que le quitaran la candidatura cuando dijo abiertamente que para gobernar el estado había que pactar con los narcos. Era para que le anularan el triunfo cuando se demostró que el cártel de Sinaloa secuestró el mero fin de semana de las elecciones a decenas de operadores electorales de la oposición. Era para que cayera cuando armó un montaje para hacer pasar por un asalto la ejecución de su principal rival político. Era para que cayera cuando El Mayo Zambada reveló que se iba a reunir con él el día que lo secuestraron “Los Chapitos” y el gobernador de Sinaloa argumentó que había viajado a Estados Unidos en el avión de un compadre del Mayo Zambada y luego no aparecieron registros de su ingreso a la unión americana. Era para que cayera ahora que Culiacán está por cumplir un mes de vivir en estado de sitio, bajo un toque de queda autoimpuesto por el pánico ante la violencia: los niños no van a la escuela, los negocios abren un ratito, bares y restaurantes están quebrando, no hay gente en las calles, etc.

Pero nada de eso tocó a Rubén Rocha Moya. Parece gozar de un blindaje impenetrable, una protección a prueba de lo que sea.

¿Cuál es ese blindaje? Hoy en esta columna revelamos una fotografía que parece exhibirlo. Aparecen juntos, departiendo a nivel Grandes Ligas de beisbol, dos hijos del gobernador Rocha y Amílcar Olán, el operador financiero de El Clan, la red de tráfico de influencias y corrupción de los hijos de López Obrador.

Amílcar, quien se convirtió en contratista multimillonario el sexenio pasado, llegó a hacer negocios con el gobierno de Sinaloa por recomendación de sus íntimos amigos Andy y Bobby López Beltrán, los hijos del expresidente de México. Y le repartieron contratos a manos llenas: salud, obra pública.

Los hijos de AMLO y los hijos de Rocha Moya. Una misma generación en el poder. Los juniors del bienestar.

Ricardo y José de Jesús Rocha Ruiz, junto con su hermano mayor Rubén, son el símil sinaloense de los López Beltrán. Cuando su papá ganó la gubernatura les cambió la vida política y económicamente:

Políticamente, son el poder tras el trono. Despachan en Palacio y cualquiera sabe que, si tiene reunión con el gobernador, ahí va a estar al menos uno de sus hijos. Desde ahí, amarran alianzas y reparten contratos.

Económicamente, su salto es un escándalo sobre el que han enfocado sus investigaciones la FGR y el CNI (antes Cisen): yates (uno en La Paz, otro en Cancún), aviones privados, mansiones, camionetas de alta gama, viajes al extranjero, mucho dinero en efectivo y una vida excéntrica y de despilfarro descarado. Así me lo revelan fuentes de primer nivel. Hay un ingrediente más grave: las indagatorias irían también tras una denunciada relación de los hijos del gobernador con el cártel de Sinaloa.

SACIAMORBOS

En esta trama de los hijos de Rocha Moya jugó un papel central el secretario de Finanzas estatal, Enrique Díaz Vega. Renunció al cargo y desapareció de la escena pública… unos días antes de que secuestraran al Mayo Zambada y se descompusieran los pactos locales al grado de dejar a Culiacán en estado de guerra desde hace un mes. Por si hiciera falta un ingrediente sospechoso.

Google News