Con el inicio del tercer año del gobierno estatal, coinciden la llegada de la doctora Claudia Sheimbaum al gobierno de México, el relevo en el Congreso del Estado y de los 84 ayuntamientos.
A diferencia de las cuatro administraciones estatales, que antecedieron al presente gobierno, las condiciones hoy parecen ideales para un cambio que permita a la entidad abandonar la vía del subdesarrollo; sin desestimar el riesgo de que esto se convierta en un mero espejismo.
En los primeros veintidós años del presente siglo, los gobiernos estatales fueron políticamente débiles, debido a múltiples factores.
La transición democrática y las pugnas por el poder local, pusieron a los titulares del Ejecutivo a contracorriente en diferentes momentos de su gestión, lo que constituyó un freno para las posibilidades de desarrollo del estado.
Núñez Soto, por ejemplo, fue presa de las presiones y chantajes de sus diputados locales, pues si bien eran emanados del PRI, políticamente actuaban contra en el gobierno del actopense.
Osorio Chong, recibió “a cuenta gotas” el apoyo federal para atender asuntos como la inseguridad, en un gobierno federal panista que anhelaba “tapizar” de azul el edificio de plaza Juárez.
Olvera Ruiz, como gobernador, jamás pudo cortar el “cordón político umbilical” que en distintos momentos convirtió a su administración en “rehén” de las decisiones federales.
Mientras que Fayad Meneses, “remó” como Ejecutivo, con un presidente, diputados federales y congresos locales, mayoritariamente emergidos de Morena, aunque la debilidad de su administración no fue la filia partidista, sino los actos de corrupción de alcaldes y funcionarios estatales, los que marcaron su gobierno.
Al iniciar el tercer año de la administración Menchaca, queda la impresión que “los astros parecen estar alineados” al gobierno estatal, pero solo es impresión.
Si bien, los gobiernos federal y estatal actualmente son producto de un mismo origen partidista, Hidalgo tiene urgencias de desarrollo que no han sido plenamente atendidas desde la esfera federal, por tanto, la coincidencia no debe entenderse como “ciega obediencia”, lo que exige habilidad en la negociación.
En lo local es urgente el destierro de prácticas como la simulación, aquella que prevaleció en los viejos tiempos priistas, en los que todo era adulación y aplauso fácil, mismas que hasta hoy no han sido erradicadas del gabinete.
Son fortalezas para la administración Menchaca el congreso local, la totalidad de las curules federales del estado, la mayoría de los ayuntamientos y el naciente gobierno federal.
Más aún, cuando veinte ediles de oposición, decidieron recientemente alinearse al proyecto del Ejecutivo estatal.
Por tanto, la expectativa social en la administración Menchaca aún es alta, y paralelamente, el depósito de la confianza social en su gobierno exige resultados de igual magnitud.
Pero innegablemente, los resultados serán difíciles de lograr sin un presupuesto alto, que proveniente de la federación logren gestionar los diputados federales.
SE LO PONGO POR ESCRITO
La ineficiencia derivó en la salida obligada de Marco Antonio Ramos Moguel, de la secretaría de Gobierno; ¿Cuántos funcionarios siguen?