“Teníamos una gran relación [Martino y yo]... Llega el partido de Argentina y es como si yo fuera alguien extraño, como si nunca me hubiera visto jugar”: Edson Álvarez.

“Nunca hubo una buena conexión con su cuerpo técnico y los jugadores. Nos trataban como niños chiquitos. Manejar así al grupo fue un error muy grande. Hubo decisiones de su parte que no fueron las correctas... El Mundial fue la gota que derramó el vaso... No supo manejar la presión de fuera, tomó decisiones muy malas”: Chucky Lozano.

Desenterrar cadáveres, un año y medio después del fracaso en la Copa del Mundo, es un buen ejercicio para acercarnos a una verdad que no cambiará en nada el desastre administrativo, deportivo y post mundialista, pero permite comprender, con mucha mayor certeza, las causas que impidieron un desempeño medianamente bueno de México en Qatar 2022.

Se acusa a los futbolistas de no denunciar lo que vivían al interior en los meses previos a la Copa del Mundo, y sacarlo a la luz año y medio después. Las declaraciones de los jugadores mexicanos han alimentado más la idea de que Gerardo Martino “entregó” el partido a sus paisanos argentinos (rumor, por cierto, sin fundamento alguno).

Dentro de un equipo, dentro de una Selección Nacional, el futbolista es un empleado, un subordinado que adquiere jerarquía conforme pasa el tiempo y llegan los éxitos. Sin embargo, por más liderazgo que adquiera, no pierde su instinto de supervivencia, por lo que difícilmente denunciará un rompimiento en el diálogo, una falta de comunicación grave o un corto circuito en la conexión cuerpo técnico y plantel. Mucho menos previo a una Copa del Mundo. Por lo tanto, no se le puede responsabilizar al jugador de no denunciar.

Para esas labores había, en ese momento, al menos un par de directivos absolutamente involucrados y responsables del trabajo y relaciones cotidianas en el Tricolor: Jaime Ordiales y Yon de Luisa.

La derrota ante Argentina era previsible, pero los mexicanos esperamos mucho más —ese día— de nuestra Selección. Cinco defensas, dos volantes de contención (sin incluir al más destacado: Edson Álvarez) y sin centro delantero, fue la propuesta de Martino en el estadio Lusail. Consecuencia: Un solo disparo a portería (tiro libre de Alexis Vega) y 2-0 para Argentina, que generó muchas opciones de gol y controló el partido, con los tantos de Lionel Messi y Enzo Fernández.

Martino estaba condenado a soportar las especulaciones y críticas al no clasificar a octavos de final y, tras quedar fuera, no volvió a pisar suelo mexicano. ¿Es justo el odio hacia un director técnico de reconocimiento mundial, por no acceder a la segunda fase? De acuerdo al costo-beneficio, parece que sí.

Año y medio después de la eliminación en Qatar, y sin mostrar avances en el futbol mexicano, surge de nuevo la polémica sobre el proceso de un DT que representó un aparato fallido en la Selección Nacional y sólo fue la punta de un iceberg que no alcanzará a mostrarse tal cual es, antes de la próxima Copa del Mundo. Con Martino o sin él, con el cambio de discurso que menciona Edson Álvarez o las normas militares que revela el Chucky, lo cierto es que hay heridas que duelen más, mucho más, en esto que a todos nos incumbe llamado “Selección Mexicana”.

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