La encomienda de un director técnico es resolver. Bueno, la labor de un padre de familia también lo es... Y la de un hijo, y la de un vendedor, un estudiante, un futbolista, un comerciante informal y hasta la de un vagabundo. Porque, en mayor o menor medida, resolver es lo que nos corresponde en la vida y, contrario a lo que uno supone, a medida que avanzan los años, resolver se vuelve cada vez más cotidiano, necesario y más urgente.
El futbol ha tratado de resolver la evidente evolución de sus jugadores, convertidos en atletas más rápidos, más capaces, más técnicos y más fuertes, con tecnología, modificación de las reglas de juego, y ayuda para los árbitros. Por un lado, resolvieron la falta de espectáculo, y por otro se les complicó la velocidad del juego; por lo tanto, es necesario resolver la justicia en acciones que se repiten durante un partido y afectan al marcador final.
Las incongruencias son también un enorme problema que debe resolver aquel que cae en estas, porque nada resalta de manera tan inmediata como una contradicción, nada evidencia tanto a un personaje como decir algo y hacer lo contrario, y nada indigna tanto como una mentira. Para bien o para mal, nuestro actual Gobierno, tan aparentemente austero y tan evidentemente derrochador, debe resolver, ante la extrema exposición mediática, cómo es que años atrás profesaban una idea y actualmente, ya en el poder, llevan a cabo la contraria. Resolver los problemas que, por su naturaleza, genera gobernar, es mucho más sencillo que resolver las contradicciones.
Resolver parece —a veces— sinónimo de postergar, al menos en nuestro criticado futbol mexicano. ¿Acaso a usted le cabe la menor duda de que se debe resolver el inmenso problema de la inseguridad en los estadios, del ascenso y el descenso, de los extranjeros en la Liga MX, de los escasos futbolistas mexicanos en Europa o del bajo nivel de la Selección Nacional?
Hay quienes deben resolver a diario lo que van a comer, y hay quienes deben resolver la explicación legal de cuatro unidades médicas al servicio del pueblo en Chihuahua, que cuestan (cada una) 10 millones de pesos al mes... Hay quienes deben resolver dónde demonios se localizan los restos de sus hijos desaparecidos y hay quienes deben resolver la explicación de sus viajes en primera clase y sus desatinadas frases... Hay quienes clasifican zapatos para resolver y hay quienes descalifican zapatos para no resolver... Hay quienes deben resolver la manera correcta de protestar por los malos arbitrajes y hay quienes castigan (y resuelven) con multas millonarias las protestas... Hay quienes, cada noche, resuelven el lugar donde van a dormir y hay quienes resuelven la manera en que manipularán la justicia.
Resolver... La encomienda para todos es resolver. La edad, la posición social, la jerarquía o el oficio, no crean o desaparecen la necesidad de solucionar. Eso sí, el mejor juez de cada resolución es la propia conciencia, a la que nadie puede engañar.
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