La semana pasada fue simpático que Marcelo Ebrard, secretario de Economía, difundiera emocionado una “muy buena noticia para México”, consistente en que se le entregó un premio de “muy alta jerarquía” a la presidentA Sheinbaum, por su promoción de la sustentabilidad ambiental. Se trata del Premio Nobel, pero de un Premio Nobel peculiar que tiene un prolongado apellido: “Nobel Sustentability Trust” (NST). Al día siguiente, el aparato propagandístico del gobierno repitió: “Gana Claudia Sheinbaum el Premio Nobel de Sustentabilidad”.

El Pueblo de México se enalteció bastante y, para celebrar adecuadamente la alta jerarquía de la noticia, se puso a investigar el asunto. Ese interés rindió frutos y pronto se supo, por ejemplo, que la cuenta de tuíter (X) de ese Premio Nobel tiene su sede en Pakistán, en los Emiratos Árabes Unidos y en Texas, tres lugares muy famosos por su amor a la “sustentabilidad ambiental”. Otro dato intrigante es que dicha cuenta de tuíter sólo tiene 11 seguidores.

La politóloga Verónica Malo Guzmán también se puso a investigar y descubrió que el nombre de Sheinbaum no aparece entre los premiados. Esos datos y las respectivas ligas aparecen en su artículo “¿Para qué inventan?” en una plataforma llamada .

En el mismo artículo, Malo Guzmán reproduce la carta de premiación que desató la alegría del Sr. Ebrard y exaltó el ánimo de El Pueblo. Es muy interesante. Resulta que el 1 de octubre, el dueño de ese misterioso Premio “Nobel Sustentability Trust”, que se llama Michael Nobel, le escribió a la “Presidenta-electa” Sheinbaum para decirle que le generaba gran placer informarle que había sido elegida para recibir “la prestigiosa y Destacada Medalla de la Sustentabilidad 2024” por sus “excepcionales esfuerzos y compromisos” que son “inspiración para el mundo entero” (un mundo que sigue pasmado, por ejemplo, ante el prestigioso apoyo de Sheinbaum al Tren Maya, la refinería de Tres Bocas y otros proyectos bastante sustentables).

Es una carta muy linda que puede leerse en un artículo de Mariana L. Martínez en la plataforma bajo el título “Cuál es la historia del Nobel Sustainability Trust que recibió Claudia Sheinbaum”. Después de la grata noticia, el Sr. Michael Nobel invita a la presidentA a la ceremonia de entrega de la medalla prestigiosa en la Universidad de California en Berkeley, donde “habremos de honrarla, junto a otros líderes, miembros de la familia Nobel y otras familias de la realeza” (sic).

Lo más divertido de todo es que en 2007, el diario The New York Times publicó un artículo de Barnaby Feder titulado “El Premio Nobel que no fue” (“The Nobel Prize That Wasn’t”, en línea), en el que narra cómo a ese señor Michael Nobel —sobrino biznieto de Alfred Nobel, el creador del verdadero Premio Nobel— se le ocurrió un buen día inventar un nuevo premio Nobel.

Y lo inventó. Pero lo hizo con tan mala fortuna que la Fundación Nobel (la de deveras) emitió en 2007 un comunicado para enterar al mundo que el biznieto Michael había sido expulsado de la verdadera Fundación Nobel en 2006 y que también fue expulsado de la “Sociedad de la Familia Nobel” por andar emprendiendo actividades en su nombre. No contenta con eso, la Fundación Nobel advirtió que quienes anduvieran realizando “actividades no autorizadas” y dando premiecitos Nobelitos, podrían ser denunciados penalmente.

Un detalle final: a quienes cayeron en la trampa del premiecito antes de ser expulsado, el biznieto Nobel les exigía 25 mil dólares por asistir a la premiación y dar un discurso desde su apellido que, al parecer, es lo único que tiene.

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