Llevo varios días con una sensación de tristeza y desilusión; por momentos una sensación de culpa por todos esos rasgos autoritarios que durante estos años justifiqué o soslayé.

Sé que decir esto no solo me traerá innumerables ataques desde el oficialismo. También tendrá consecuencias, pues quienes simpatizamos con la 4T de forma crítica en los medios estamos en una posición muy vulnerable.

La madrugada del 11 de septiembre el movimiento cruzó una línea que nos obliga a reflexionar si es que estamos ante el inicio de una deriva autoritaria.

Son palabras graves que nunca pensé pronunciar, pues son parte de ese discurso de opositores y comentócratas que siempre criticamos y del que incluso nos mofamos. Hoy me pregunto si acaso no tenían algo de razón.

Contrario a la máxima obradorista de que “el poder es humildad”, la manera avasallante y descarada en que se hicieron las cosas el día 11 es un mensaje de prepotencia. El de un oficialismo todo poderoso, que ahora vence pero no convence, que es incapaz de autolimitarse.

Pero el problema no está solo en la forma, sino en el fondo. Porque ocultándose en una retórica de “darle el poder al pueblo”, hoy se plantea asaltar el Poder Judicial, aprovechándose de la corrupción, el nepotismo, los privilegios y todos esos vicios que ciertamente existen en su interior.

Siempre me pareció infundado el discurso de que con este gobierno avanzábamos hacia un régimen antidemocrático. Hoy tengo serias dudas acerca de dónde estamos parados. ¿Acaso no es esto la toma disfrazada de un poder formalmente independiente?

Hace falta recurrir a maromas de triple dificultad o pecar de poca honestidad intelectual para asegurar que no será el oficialismo quien decida la conformación del futuro Poder Judicial porque los candidatos surgirán de las listas seleccionadas entre los tres poderes.

En las primeras elecciones, dos tercios saldrán de los nombres que decidan Morena y aliados en el Ejecutivo y el Legislativo. Y aunque el tercio restante lo seleccionará la Corte, pronto ésta también estará en las mismas manos.

El día en que haya elecciones, cuando apenas lleguen a votar unos cuantos ciudadanos despistados frente al abrumador número de candidatos que habrán de figurar en las listas, será la capacidad movilizadora de la 4T la que defina los resultados.

Lo que el día de mañana probablemente tendremos será a grupos de juzgadores claramente subordinados a ciertos políticos, los más poderosos dentro del oficialismo.

Frente al próximo Tribunal de Disciplina Judicial, los jueces actuarán con temor para defender los derechos de los ciudadanos frente a los intereses reales o supuestos del Estado. Más que árbitro, tendremos un Poder Judicial cada vez menos independiente, y débil frente al poder político.

López Obrador tuvo un triunfo histórico el 2 de junio que debió considerar la verdadera medida de su exitoso gobierno, uno que cambió la vida de millones de personas, y por lo que sigo coincidiendo con él, pese a mi desilusión.

Lamentablemente, el Presidente decidió que su triunfo no terminó con la elección, y en vez de cederle la iniciativa política a Claudia Sheinbaum, optó por asestar lo que parece un golpe a la separación de poderes que podría comprometer su legado como un demócrata.

Nos deparan tiempos difíciles. Confieso que, con procesos judiciales abiertos, promovidos por personajes cercanos al poder que buscan silenciarme, me cuesta no ver con temor una reforma como ésta.

@HernanGomezB

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