Salvo cinco carteras pendientes de nombrar —tres civiles y dos militares—, prácticamente ha quedado definido el futuro gabinete de Claudia Sheinbaum.

De entrada, vemos un equipo con más cuadros profesionales, preparados en sus áreas y con solidez técnica, pero también que envían mensajes de reconciliación hacia los sectores medios que se alejaron de la 4T en los últimos años, como es el caso de la comunidad científica y académica, con Rosaura Ruiz y Juan Ramón de la Fuente.

Salvo tres pesos pesados del círculo más compacto del obradorismo —Rosa Icela Rodríguez, Raquel Buenrostro y Ariadna Montiel—, los demás tienen el claro sello de la virtual presidenta electa.

El equipo que llegará —donde destacan perfiles muy reconocidos en sus áreas, como David Kershenobich o Julio Berdegué— puede presumir de cuadros aún más preparados y competentes que los actuales. Podríamos incluso esperar un gobierno más eficiente y capaz en áreas clave como la salud o la seguridad.

La decisión de colocar al frente de la Consejería Jurídica un perfil honesto y leal, como el de Ernestina Godoy, manda un mensaje claro en una oficina en la que se cometieron traiciones al Presidente y a México, y donde algunos de sus titulares utilizaron ampliamente su posición para hacer negocios personales.

En el ámbito político, el nombramiento de Lázaro Cárdenas Batel como jefe de la resucitada Oficina de la Presidencia es una señal positiva. Si durante este gobierno fue un perfil subutilizado —cuya relevancia fue más bien simbólica por el peso de su apellido—, incluirlo ahora en el equipo de una presidenta —que seguramente le dará mucho más juego a su gabinete—, es una buena idea.

Lázaro no solo es un político inteligente y preparado, respetado por la izquierda, por la oposición y por el sector empresarial. También tiene cualidades personales que le han permitido ganarse la simpatía de propios y extraños.

Lejos de la vanidad y los delirios de grandeza que suelen acompañar a la media de los políticos —gente que fácilmente pierde el piso en posiciones de poder—, Lázaro es un sujeto aterrizado y sobrio, un hombre con sentido común que sabe dialogar y escuchar.

Cárdenas Batel tiene una agenda progresista y de izquierda, pero no se caracteriza por un pensamiento dogmático, ni busca imponer a toda costa sus ideas. Está en sintonía con la tradición nacionalista, muy influyente en la 4T, pero tiene sofisticación y comparte la vocación internacionalista de la izquierda.

En el ámbito interno, como lo anunció la virtual Presidenta electa, sería un buen puente para dialogar con la oposición, el sector empresarial y las organizaciones sociales, “tareas que son principalmente de la Segob”, como aclaró Sheinbaum, pero —como también dijo, y muy clarito— “a Lázaro le tengo toda la confianza…”.

Cárdenas Batel, además, podría contribuir decididamente en el ámbito internacional, pues pocos mexicanos en el espectro de la izquierda tienen tal cantidad de vínculos internacionales, tanto con la clase política estadounidense (vivió en Washington ocho años, durante el gobierno de Obama), como con la izquierda latinoamericana y el cada vez más influyente Grupo de Puebla del que forma parte.

Es imposible saber qué tanta influencia podría llegar a tener Lázaro en el gobierno. El poder del puesto dependerá mucho del encargo y tipo de encomiendas que le solicite la próxima Presidenta. Ojalá lo sepa aprovechar al máximo.

@HernanGomezb

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