En este espacio he sostenido de manera reiterada que el nuestro es un país grande, que además tiene grandeza. Para apoyar mi dicho, he ofrecido datos y argumentos. Sin embargo, también he dicho que tenemos problemas de siempre que nos dificultan mejorar. Ahí están, para ejemplificar el punto, entre otros: la pobreza, la desigualdad, la falta de escolaridad, la corrupción, la impunidad o el autoritarismo.

A lo anterior se han añadido en las últimas dos décadas: la falta de continuidad en las políticas públicas, el recrudecimiento de los problemas de seguridad y la preminencia del crimen organizado en áreas políticas y económicas de la sociedad. Igualmente se deben mencionar la división y el enfrentamiento que en este sexenio han adquirido niveles deplorables alentados por el presidente de la República, quien ha manejado un discurso con insultos y descalificaciones para quienes no están de acuerdo con él y a quienes considera sus adversarios.

En medio de reproches y condenas de unos y otros, perdemos el sentido de lo trascendente. La verdad es que, en materia de desarrollo social, salud, educación, competitividad y Estado de Derecho, México se ubica en la dimensión internacional en la medianía o francamente en la parte baja de las clasificaciones. Este es el caso de cinco índices y del campo de la salud. En el índice de Gini que mide la desigualdad, ocupamos el sitio 139 entre 169 naciones; en el de desarrollo humano, estamos apenas en la medianía: el lugar 77 entre 193; en el global de competitividad tenemos el mejor resultado, 48 entre 141; en materia de innovación, estamos en el puesto 58 entre 132 países, en tanto que en el de Estado de Derecho tenemos uno de nuestros peores rendimientos, al colocarnos en el lugar 116 entre 142 naciones.

Por lo que corresponde a la salud, tenemos que reconocer que en 2018 no estábamos bien. Son muchos los datos y las razones que lo demuestran y lo explican. Sin embargo, ahora estamos peor y no vamos en la ruta de corregirlo. Anima la designación del doctor David Kershenobich como próximo secretario. Dentro de los 38 países integrantes de la OCDE, en muchos de los indicadores ocupamos el último lugar y en el conjunto de ellos somos superados por Costa Rica, Chile y Colombia, los otros tres países de nuestra región que forman parte de la organización. Algo semejante sucede cuando nos concentramos solo en el caso de nuestra región, salimos mal librados.

Es claro que en esos temas es mucho lo que debemos hacer y pronto. Entre más tiempo pase, peor para nosotros. Esas deberían ser las prioridades. Son muchos los espacios, sectores y actores que debemos cambiar. Uno de los temas que debe modificarse es el de la polarización. Basta ya de continuar con la división y el enfrentamiento. Toca a todos, el presidente incluido, contribuir a que se logre.

También los partidos políticos deben cambiar y hacerlo a fondo. Se trata de “entidades de interés público” que entre 2018 y 2024 recibieron más de 46 mil millones de pesos de recursos federales. Lo que hoy tenemos en los siete es inaceptable. Uno de ellos a punto de la extinción y otro en el camino de conseguirlo. Uno más en la lucha por regresar al pasado y otro atrapado en el intento de entender el presente. Los otros tres con el mismo “dueño” desde hace 25 años o más. Todos fallando a México. En una próxima entrega volveré a este tema y al del papel de la sociedad.

Exrector de la UNAM. @JoseNarroR

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