Pertenezco a la generación de 1948. Por aquellos años, la población del mundo apenas alcanzaba los 2,500 millones. Existían comodidades en los hogares, aun cuando su existencia dependía, como siempre, del nivel económico de las personas. En México la población apenas superaba los 25 millones. Ya existían sistemas de electricidad que generaban luz y energía, que permitían contar con la posibilidad de disponer de radio, teléfono, televisión, lavadora y refrigerador entre otros enseres.

El país era mayoritariamente rural y pobre, por lo que el grueso de la población, incluida buena parte de la urbana no disponía de esos bienes. Los sistemas de transporte colectivo incluían principalmente vehículos motorizados, tren y avión, que también estaban limitados en su uso por razones económicas y de desarrollo de las vías de comunicación. Los grandes establecimientos estaban en la realidad, vedados para la mayoría de nuestra colectividad.

La gobernanza del mundo se ejercía por el sistema inicial de la Organización de las Naciones Unidas y en la realidad por el ejercicio de la diplomacia y el control político y económico de dos potencias: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En muchos países, México incluido, las mujeres no tenían permitido votar para elegir autoridades. El acceso a la información era limitado, como también las fuentes que la originaban.

En mi generación hemos sido testigos de desarrollos simplemente asombrosos. En el hogar y la vida diaria debo citar para empezar, a la computadora personal y sus derivaciones, a la Internet o a los hornos de microondas. En materia de salud destacan el gran desarrollo de las imágenes médicas que literalmente permiten “retratar el pensamiento” o revisar el funcionamiento del corazón de una persona. También el sorprendente cúmulo de posibilidades preventivas, diagnósticas y terapéuticas.

A muchos como yo, nos tocó saber del primer viaje al espacio de un ser vivo, de la primera visita a la luna, de la primera transmisión satelital de televisión, con todo y la interpretación de Los Beatles de “All you need is love”, del impulso a la vigencia del sistema de protección de los derechos humanos. En la generación a la que pertenezco hemos atestiguado el inicio del funcionamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la organización de la Corte Penal Internacional.

Sin duda alguna, la vida tiene hoy más comodidades y certidumbres que las que existían hace doscientos años, e incluso muchas más que las existentes cuando nací. Hoy existen más que las disponibles 20 o 30 años atrás. Muchas cosas han cambiado y sin embargo los grandes temas de la vida humana poco se han transformado. La pobreza y la desigualdad, la ignorancia, la injusticia, la falta de democracia, el desapego del Estado de Derecho y principalmente las carencias en el sistema ético y de valores están, hoy más que nunca, presentes.

No tengo duda de que la sociedad humana tiene que hacer un alto y cambiar muchas cosas. Para empezar, debemos revisar las pautas de conducta que seguimos y los principios y valores que nos guían. Debemos aceptar que el propósito de la vida no debe ser la acumulación de bienes. Tenemos que disminuir nuestra voracidad por comprar, consumir y desechar. Tenemos que pensar no solo en nosotros, sino en los demás. Hemos de razonar sobre nuestra dependencia tecnológica y en especial sobre el planeta, las otras especies, la cadena de vida y la certeza de que este modelo no puede extenderse mucho tiempo más. Aún estamos a tiempo de detenernos y replantear nuestro destino. Hagámoslo.

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