Lo que está sucediendo es preocupante e irradia la fuerte posibilidad de que nuestra germinal democracia acabe por convertirse en un sistema autoritario. Tres botones de muestra.
1. El lenguaje. Orwell lo sabía. La autocracia y el totalitarismo empiezan por desfigurar el lenguaje, por vaciarlo de su sentido e incluso por darle una connotación contraria a la original. “La guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza” (1984); “el trabajo voluntario, obligatorio” (Rebelión en la granja). No solo se maquilla u oculta la realidad, sino que se propone una realidad alternativa.
El 19 de agosto, nuestra próxima presidenta nos ha dicho, hablando de la futura composición de la Cámara de Diputados, que “están sobrerrepresentados los de minoría, porque tienen más diputados de los que ganaron…”. Según ella, porque los partidos minoritarios reciben más plurinominales que los que obtuvieron por la vía uninominal.
Imagino (hipótesis naif) que Claudia Sheinbaum piensa que “sobrerrepresentación” es una noción similar a bonita o picante, es decir, palabras con una potente carga subjetiva. “Que bonita puesta del sol” puede decir alguien y su pareja contradecirlo. “Cómo pican las enchiladas” y el mesero responde “no me lo parece”. Pues bien, sobrerrepresentación no es de la misma familia. Tiene un sentido inequívoco y hace alusión a un fenómeno mensurable: cuando el porcentaje de los representantes de una fuerza política es superior al porcentaje de sus votos. Puede ser una leve o mayúscula sobrerrepresentación, pero el vocablo es claro. Si una coalición (Morena-PVEM-PT) obtuvo un poco más del 54% de los votos y termina con el 74% de los diputados no hay duda que está sobrerrepresentada. Con sus dichos, la presidenta electa inaugura “la neolengua” a la que se refería Orwell al intentar construir una realidad alternativa.
2. Si el acuerdo del Consejo General del INE sobre la asignación de plurinominales no es revertido por el Tribunal tendremos la sobrerrepresentación más grande de la historia reciente del país. Con una lectura “letrista” (yo diría boba o interesada) de un renglón de la Constitución, el INE borra de un plumazo los esfuerzos de casi 50 años por hacer que entre votos y escaños no exista una desproporción enorme. Desde por lo menos 1964 ningún partido o coalición había tenido una sobrerrepresentación de veinte puntos y creo que ni en la etapa del partido hegemónico la diferencia entre porcentaje de votos y escaños había sido tan grande. Una distorsión de la voluntad popular inédita.
3. Sobre usos y costumbres. En política, como en todo, las formas cuentan. Los medios suelen impactar a los fines y nunca son anodinos. Estamos contemplando una de las operaciones legislativas más atropelladas de las últimas décadas. Y todo para complacer al presidente. Ahora resulta que una legislatura saliente, por falta de tiempo y de votos, dictamina las iniciativas presidenciales, esperando que la legislatura entrante solo alce las manos para convalidarlas. Un mal trato, una humillación a los nuevos legisladores a los que se les demandará una aprobación expedita porque a nadie escapa que el presidente deja su cargo el 1 de octubre. Y su venganza contra los ministros de la Corte que actuaron con independencia, la alineación del Poder Judicial al Ejecutivo y la desaparición de los órganos autónomos que le estorban deben cumplirse.
Un pilón: el representante de Morena en el INE amenazando a los consejeros que no votaron como él quería con juicio político.
Profesor de la UNAM
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