A veces me pregunto si Andrés Manuel López Obrador no vivirá en algún rincón de Washington, quizá oculto en la Casa Blanca, susurrándole al oído a Donald Trump como un diablillo, actuando como su principal consejero, su conciencia.
Aunque parezca una broma, ambos presidentes se parecen demasiado: son radicales, cerrados, necios, peligrosos y populistas. Denostan a la prensa crítica mientras glorifican a sus corifeos; consideran traidores a quienes no piensan como ellos y exigen lealtad por encima de todo. Utilizan la mentira de forma descarada para sostener sus posturas, ignoran la ley cuando les conviene, se victimizan constantemente y culpan al mundo entero de sus fracasos. Se asumen como la encarnación genuina del pueblo.
Por supuesto, también hay diferencias, y una en particular me parece sumamente peligrosa: Trump exige lealtad, pero también eficiencia. A diferencia del círculo lopezobradorista, plagado de improvisados e ineptos, los personajes que rodean al presidente estadounidense son fanáticos, pero altamente capacitados y con experiencia en sus respectivas áreas.
El más estridente de todos es uno de los hombres más ricos del planeta: Elon Musk, quien amenaza con imponer un cambio radical que podría convertirse, más pronto que tarde, en el paradigma de un nuevo autoritarismo, una especie de dictadura digital.
A través del Department of Government Efficiency (DOGE), cuyas siglas coinciden con las de su criptomoneda favorita, Dogecoin, Musk promete acabar con la burocracia innecesaria y despedir a cientos de miles de empleados que, según su visión del nuevo modelo, "no sirven para nada".
El gobierno federal de Estados Unidos —excluyendo al ejército— emplea aproximadamente a 2.4 millones de personas. Hasta la fecha, unas 65 mil ya han aceptado la liquidación de ocho meses de salario que Trump ofrece como incentivo para su renuncia, pero el objetivo es mucho más ambicioso.
La meta es reducir al mínimo, o incluso eliminar, departamentos completos como los de Educación, Vivienda o Salud. Actualmente, el DOGE de Musk ya controla buena parte del Departamento del Tesoro y, pese a órdenes judiciales en su contra, ha limitado o eliminado fondos para programas como el USAID, que él mismo ha calificado como un “nido de comunistas”.
Más allá del impacto económico que una crisis de desempleo generaría en Estados Unidos, el DOGE marca un riesgo aún mayor: en la era de la automatización informática y la inteligencia artificial, ya no se necesitan tantos seres humanos para controlar un gobierno y, lo que es más inquietante, tampoco para administrar una sociedad.
El poder podría concentrarse en muy pocas manos, como nunca antes en la historia. Quien controle los sistemas, al final, controlará a los Estados. Y sí, en plural, porque este poder tendría la capacidad de influir en varias naciones al mismo tiempo.
La semana pasada, Madrid fue sede de una cumbre organizada por Vox, donde destacados líderes de la extrema derecha europea se reunieron bajo el lema “Make Europe Great Again”, emulando el eslogan de Trump. El evento contó con la participación de figuras como Viktor Orbán (Hungría), Marine Le Pen (Francia) y Matteo Salvini (Italia). ¿No estarían encantados de adoptar el DOGE en sus propios países?
Mientras Trump y Musk avanzan con su visión de un gobierno reducido a su mínima expresión, López Obrador ha hecho exactamente lo contrario en México: ha concentrado más poder en el Ejecutivo, ha debilitado organismos autónomos y ha impulsado una burocracia paralela con programas clientelares.
Pero, paradójicamente, ambos modelos comparten un mismo espíritu autoritario: en un caso, el desmantelamiento del Estado para someterlo a la lógica empresarial de un millonario tecnócrata; en el otro, la construcción de un aparato gubernamental hipertrofiado que solo responde a la voluntad del líder.
Son caminos distintos con el mismo destino: la eliminación de contrapesos, el desprecio por la democracia liberal y el culto a la personalidad. Quizá no sea AMLO quien susurre al oído de Trump, pero ambos parecen escuchar la misma voz: la del poder absoluto, disfrazado de justicia para el pueblo.
@LuisCardenasMX
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