Ella, como muchas otras mujeres que acostumbran hacerlo, acudió a Chapultepec para hacer ejercicio. Se encontraba recorriendo los caminos internos de la primera sección del Bosque de Chapultepec.

En uno de esos caminos se percató de que un hombre se masturbaba y la filmaba con su teléfono. Ese hombre se acercó a ella con la clara intención de que viera lo que estaba haciendo. “Pensé en quitarle el teléfono, pero me sentí en riesgo si me aproximaba más”, me cuenta la víctima que ha preferido el anonimato.

En ese momento, decidió pedir ayuda en un puesto de bicicletas que se encontraba a unos metros de la zona donde este hombre la estaba agrediendo. Sin embargo, las personas a las que pidió ayuda se quedaron pasmadas ante su petición de auxilio. “Les pedí expresamente que avisaran a seguridad y me contestaron que no tenían cómo hacerlo. Les pedí que me ayudaran a agarrarlo y a quitarle el teléfono, pero me dijeron que no podían dejar el puesto”.

Aunque pareciera que para este punto de los hechos el agresor se había escapado, sabedor de su impunidad, la siguió hasta el puesto de bicicletas. Estaba recargado en un árbol cercano, se seguía masturbando y continuaba filmándola.

El relato de esta agresión sexual callejera no termina ahí. Ella, en el afán de quitarle el teléfono para recuperar su imagen decidió perseguirlo para quitarle el teléfono.

Mientras ella trataba de alcanzar al agresor, se encontró con unos elementos de la Guardia Nacional. “Me sentí aliviada”, me cuenta. Pero la sensación que le atravesó por la idea de encontrar protección duró solo unos segundos. “Les pedí ayuda para atraparlo y les señalé por dónde se fue, pero me respondieron que si estaba histérica no me podían ayudar.”

Luego de la respuesta de los elementos de la Guardia Nacional ella insistió y les narró que acababa de ser agredida sexualmente y que necesitaba urgentemente detener a su agresor que se estaba escapando. “Ellos respondieron que si hablaba gritando no me iban a atender. Les dije que me estaban revictimizando, que la reacción natural de una mujer que acaba de ser sexualmente violentada es estar exaltada. Me fui para intentar detenerlo por mí misma”.

Al ver la reacción de los elementos de la Guardia Nacional, un empleado del puesto de bicicletas le dijo: “No se preocupe, yo sí la acompaño”.

Luego de no poder alcanzar al agresor, ella decidió acercarse a las autoridades del Bosque de Chapultepec para denunciar lo sucedido. Inicialmente fue atendida por una abogada que le indicó que la llevaría a un espacio privado para que pudiera relatar lo sucedido, pero inmediatamente llegó un biólogo que se ostentó como jefe de la oficina y tajantemente impidió que la atendieran allí, ordenó que la llevaran al Ministerio Público para que presentara su denuncia. “Yo expliqué que era no era la atención que quería, que no me interesaba denunciar penalmente porque mi agresor ya se había escapado”.

Lo preocupante de todo esto es que la Guardia Nacional pudo haberle brindado apoyo y seguridad como primera respondiente. ¿Para qué queremos a la Guardia Nacional en un espacio como el Bosque Chapultepec si no es para responder cuando alguien, y principalmente una mujer violentada, les pide apoyo? Mal las autoridades del Bosque de Chapultepec, pero más mal la Guardia Nacional que no ejerció su función de brindar seguridad.

Es necesario que las autoridades generen una estrategia de seguridad con perspectiva de género en parques y espacios públicos que no obliguen a las víctimas a denunciar penalmente para ser atendidas. La realidad de violencia que viven las mujeres en espacios públicos no puede reducirse a una estadística de denuncias, las autoridades tienen que comenzar a registrar los casos para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.

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