La corrupción en México ha tenido efectos devastadores en múltiples niveles afectando la economía, la política, la sociedad y la confianza en las instituciones.
El sexenio pasado donde se presumió un ataque frontal a este flagelo que erosiona la democracia y vulnera el Estado de derecho, hoy es botón de impunidad.
El reciente informe de Transparencia Internacional debería ser una alerta en las áreas estratégicas de la administración de Claudia Sheinbaum.
México cayó al puesto 140 siendo la calificación más baja en el Índice de Corrupción (IPC) y pierde credibilidad ante sus socios comerciales y organismos internacionales. El T-MEC tiene disposiciones anticorrupción y no es buena señal tener más frentes abiertos ante la innegable ruta que está tomando la relación con los Estados Unidos.
La corrupción aleja las inversiones, debilita los tratados internacionales y favorece la impunidad del crimen organizado.
El contexto actual exhibe que el presidente Trump tiene como meta demostrar y sustentar que “el gobierno mexicano tiene una alianza intolerable con los cárteles del narcotráfico”.
El tema de la (in)seguridad, en el que se ha avanzado con detenciones y decomisos de laboratorios clandestinos demostrando en pocos meses que es posible tener resultados, evidencia lo que no se hizo en seis años cuando se protegió a organizaciones criminales.
Sin embargo, el esfuerzo mexicano no parece satisfacer la demanda del magnate estadounidense.
Donald Trump quiere las cabezas de la hidra político-criminal que son el punto de partida del crecimiento exponencial de los últimos seis años de los intereses y actividades ilícitas que tienen a México sumido en el pozo del horror y la violencia comprometiendo además la seguridad nacional estadounidense. No hay duda de las acciones que su administración está llevando a cabo para recabar información mediante vuelos de reconocimiento —como lo informó el jefe del Comando Norte— en territorio nacional para vigilar células delictivas y así seguir presionando a la administración de Sheinbaum con el mazo arancelario que sigue marcando su agenda mediática-política. Nada que sorprenda sobre el modus operandi del inquilino de la Casa Blanca.
México se viene preparando hace meses, mas esto no significa que los términos de la negociación disminuyan la amenaza creíble que genera incertidumbre en los mercados, en el ánimo empresarial y sin duda en la esfera sindical en ambos lados de la frontera.
Trump se está guardando una carta que será una de las aristas del quid pro quo y está relacionada con la corrupción y el tiradero de la reforma judicial.
Sheinbaum llegará a su cita con esa encrucijada que será alterada por factores externos fuera de su control. En esa coyuntura el Departamento de Estado designará a ocho organizaciones criminales como terroristas (FTO), de las cuales cinco cárteles son mexicanos.
La pinza se cierra sobre el desastre de los abrazos de la cuatroté y las consecuencias legales, diplomáticas y económicas de gran alcance, se activarán.
No es casualidad el timing del uso de mayores herramientas de inteligencia que sumado a los datos de los dos capos mexicanos en prisiones estadounidenses delineará un plan de operaciones, su concepto, las reglas de enfrentamiento (ROE) y un plan de contingencia.
Las señales son prístinas y el gobierno de Sheinbaum tiene que apurar el paso para atajar la narrativa de impunidad y colusión “intolerable” de altos funcionarios con el narcotráfico.
El golpe de timón está en sus manos.
@GomezZalce
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