Hace unos meses compartí extractos de un texto del Wall Street Journal, titulado “Mientras el mundo miraba hacia otros lados, Corea del Norte se volvió una mayor amenaza”. El WSJ afirmaba que Kim Jong-un sigue impulsando el desarrollo de un arsenal nuclear más avanzado y amenazante, abandonando la esperanza de reunificación con Corea del Sur y fortaleciendo lazos con Rusia. Sus últimos lanzamientos de misiles, incluido un misil intercontinental balístico (ICBM), y su acercamiento a Putin, reflejaban una estrategia más agresiva y menos predecible. Según otros reportes, la administración Biden ya estaba preocupada por la creciente alianza militar entre Putin y el líder norcoreano, una alianza que podría expandir significativamente las capacidades nucleares de Corea del Norte y aumentar las tensiones en la región Asia Pacífico. Funcionarios estadounidenses temían que Corea del Norte aprovecharía la oportunidad para llevar a cabo “provocaciones militares” importantes cerca de las elecciones presidenciales de EU, posiblemente en coordinación con Putin con el objeto de causar inestabilidad. De manera que, lo que se publica actualmente respecto a la potencial participación de militares norcoreanos en la guerra Rusia-Ucrania, debe ser analizado no solo desde su impacto en ese conflicto, sino también desde sus efectos en Asia. Unas notas al respecto:


La dimensión ucraniana

1. Un primer elemento es observar cómo, debido a su ofensiva en Ucrania, Rusia se ha visto orillada a efectuar transformaciones estratégicas en su aproximación hacia la cuestión norcoreana (o incluso en cuanto a Irán, otro tema vinculado). En el pasado, Rusia llegó a exhibir altos grados de cooperación con Occidente en asuntos como sanciones y medidas para negociar/detener el proyecto nuclear de Pyongyang pues, según se evaluaba, la nuclearización de la península coreana chocaba con los intereses estratégicos de Rusia. Ahora, en cambio, la necesidad de armamento y, como vemos, personal militar, lleva a Putin a optar por niveles de colaboración con Pyongyang sin precedentes, un asunto que viene creciendo en los últimos años, y que culmina con la firma de un acuerdo de cooperación militar entre ambos países en junio, el cual fue ratificado por unanimidad en la Duma esta misma semana.

2. Segundo, de confirmarse la participación de militares norcoreanos en operaciones relativas a la guerra en Ucrania, la internacionalización del conflicto no se limita ya al respaldo económico y suministro de armamento y entrenamiento por parte de terceros países en apoyo a las partes beligerantes, sino que, por primera vez, estamos frente a la intervención activa de terceros países en la guerra, lo que representa un delicado escalamiento. En teoría, una respuesta por parte de Ucrania podría incluir la invitación a países aliados para ayudarle a defender su territorio mediante el despliegue de tropas, salvo que eso implicaría probablemente involucrar a la OTAN ya en territorio ucraniano de manera directa, algo muy delicado siquiera de pensarse.

3. Tercero, en el nivel táctico, Rusia podría emplear a estas fuerzas especiales norcoreanas—insisto, en caso de confirmarse que estos despliegues estén ya ocurriendo como lo afirma la Casa Blanca—para defender Kursk, el territorio ruso que Ucrania invadió desde hace unos meses. Ello permitiría a Moscú no tener que replegar a sus tropas del este ucraniano, y, por tanto, seguir adelante con sus lentos pero constantes avances en esa zona.

4. Cuarto, lo estratégico. Sumar a los comandos norcoreanos de operaciones especiales a la guerra es apenas una medida que se añade al respaldo de Pyongyang a Rusia en armamento, pero no es una medida última ni final. El ejército norcoreano tiene 1.3 millones de tropas en activo, de las cuelas 200 mil forman parte de las operaciones especiales. La cooperación y la alianza pueden seguir creciendo, favoreciendo la posición rusa, no solo en la guerra, sino ante cualquier futura negociación. Pero también impulsando los intereses de Pyongyang.

¿Qué gana Corea del Norte? La dimensión asiática

Sería fácil seguir con el argumento de todo lo que esto puede implicar para Rusia, para Ucrania y para la OTAN. Pero la realidad es que si Kim Jong-un ha decidido firmar e implementar una alianza de este nivel, e implicar a sus tropas en un conflicto lejano, esto tiene que ver con sus propios intereses estratégicos.

1. Hay que considerar que, en el fondo, la situación en la península coreana permanece irresuelta y en deterioro. Las decenas de pruebas con misiles que ha lanzado Pyongyang en los últimos años son una especie de intento por recordarlo. Como pude escuchar cuando estuve en Japón hace un año, para Kim, estos lanzamientos y especialmente los que sobrevuelan el territorio de ese país, son formas de elevar la temperatura de las tensiones frente al fracaso de sus intentos previos por atraer la atención. A estos ensayos debemos añadir decisiones como declarar definitivamente a Corea del Sur como un país enemigo y abandonar cualquier esfuerzo por la reunificación negociada, además de nuevos brotes ocasionales de intercambio de fuego en la península.

2. Para entender el contexto, se necesita recordar que Corea del Norte es un país que se autopercibe bajo constante amenaza de desaparecer, más aún tras el fin de la Guerra Fría, o cuando en 2002 es incluido como parte del “Eje del Mal” por Bush. Por consiguiente, la lógica primaria que mueve las acciones del régimen tiene que ver con garantizar su propia supervivencia y asegurar el pleno control del país. Desde su óptica, la capacidad nuclear otorga a Pyongyang la herramienta disuasiva necesaria para impedir el ser atacada y para conseguir un trato distinto por parte de enemigos y aliados. Para mantener e incrementar ese poder disuasivo, Corea del Norte necesita continuar demostrando que tanto su programa nuclear como su programa de misiles siguen avanzando.

3. Durante la administración Trump hubo un importante intento de acercamiento y negociación, pero éste finalmente fracasó. Ello tuvo muy distintas causas, entre otras, la brecha en cómo Pyongyang visualizaba la desnuclearización de la península coreana y cómo la visualizaba la Casa Blanca. El fracaso en las negociaciones fue seguido de la pandemia, la salida de Trump, la llegada de Biden y la irrupción de muchos otros temas en la agenda que han terminado por ocluir al asunto de las Coreas.

4. Pero no, el tema no solo no está resuelto, sino que se mantiene creciendo. Hoy podríamos decir que el proyecto nuclear norcoreano y su avance en vehículos de transportación de armas atómicas, son realidades materiales difíciles de revertir. Trump ha incluso señalado que, si regresa a la Casa Blanca, el punto de partida para negociar el tema, será ya la aceptación de esta realidad nuclear.

5. Es ahí en donde debemos insertar los intereses rusos por su guerra en Ucrania. Pero las necesidades rusas son vistas por Kim Jong-un como una enorme ventaja para los temas que a él más le interesan. La alianza militar con Rusia, de entrada, compromete a Moscú a respaldarle (de formas que, intencionalmente, permanecen vagas en el acuerdo firmado) en caso de que Corea del Norte fuese atacada. La cuestión es que, si esto ahora se está materializando ya no solo mediante el suministro de armamento, sino mediante el envío de tropas para participar activamente en el conflicto, lo menos que Pyongyang podría esperar es un respaldo similar en caso de que el conflicto en la península coreana llegase a estallar. Y esto, por lo pronto, tiene ya un enorme efecto disuasivo adicional al programa nuclear, especialmente por los pactos de defensa que existen entre Corea del Sur y Washington, y por las bases y tropas que EU tiene en la región.

6. Para Kim, además de lo anterior, su colaboración con Moscú en la guerra de Ucrania, abre las puertas de la cooperación rusa en sus proyectos nuclear y de misiles, los cuales, si bien presentan avances considerables, también tienen defectos y áreas en las que requieren mejorar para seguir creciendo.

7. Adicionalmente, Pyongyang también está pensando en otros temas prácticos, como la capacitación y experiencia que sus tropas pueden adquirir, el entrenamiento que esas tropas están recibiendo en tecnología militar avanzada o, por ejemplo, en el uso de drones, un tema que se ha vuelto crucial para los conflictos de la actualidad.

8. Por último: el efecto mediático que no es menor, y precisamente a nada de las elecciones en EU, las cuales presentan un empate técnico. Estamos en un momento en el que cualquier tema podría mover la balanza. No olvidemos que justo Trump se auto promueve como el negociador más eficaz tanto para el conflicto ucraniano, como para la cuestión coreana. Como dijimos, a Pyongyang le ha costado enorme esfuerzo ganar reflectores en los últimos años. Ni siquiera sus lanzamientos de misiles sobre Japón han conseguido un impacto que dure más de unos días. Kim lleva años intentando comunicar al mundo entero que el olvido no es remedio para un conflicto que permanece irresuelto; que su país se mantiene avanzando para negociar desde una posición de fuerza, y que el no prestar atención a esos temas y avances, no hace sino crecer la problemática pendiente. Su cercanía y colaboración con Moscú aportan reflectores que sus otros esfuerzos no estaban consiguiendo.

9. Según un texto de Foreign Affairs de hace unos meses, a pesar de no mostrar indicios de estarse preparando para una “guerra total”, Kim podría llevar a cabo ataques limitados o pruebas con armas (especialmente pruebas nucleares) en los próximos meses. Sus despliegues en Ucrania, independientemente de lo que logren en eficacia para Moscú, ya generan un impacto enorme para la próxima administración en Washington. Y esto, tiene repercusiones no solamente para las negociaciones al respecto de Ucrania, sino también para potenciales negociaciones en la situación de las Coreas.

Quien seguramente no está festejando (del todo) la alianza Moscú-Pyongyang es China, hasta este punto la mayor aliada y sostén de Corea del Norte. De ese tema tendremos que hablar en un próximo texto.

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