Estamos entrando en la fase ocho de esta guerra. Esta es la fase de las negociaciones impulsadas por Trump. Pero principalmente se trata de negociaciones entre Rusia y EU, y hay que decirlo, en las que Rusia tiene una posición de fuerza, pero que para Trump era indispensable ya iniciar. Es necesario enfatizar que lo que caracteriza a Trump es mostrarse siempre como un presidente que cumple, y lo que estaba sucediendo en este caso, es que su promesa de resolver esta guerra velozmente, se estaba topando con la pared de la realidad. En esa realidad, Putin parece estar demandando más de lo que incluso parte del equipo de Trump consideraba adecuado conceder. Entonces, lo que se activó fue una carrera entre intentar adquirir una mayor palanca para que Washington pudiera negociar con mayor fortaleza, versus la prisa de Trump por exhibirse como el solucionador del conflicto. Todo parece indicar que, en esa competencia, lo último fue lo que venció. Para poderlo comprender, se necesita examinar el momento actual que vive la guerra, el nivel de desgaste de las dos partes en conflicto, la comparación relativa entre esos niveles de desgaste, las demandas que se espera que Putin efectúe, y las posibilidades de que esto camine como Trump lo proyecta. Acá algunos apuntes al respecto.

¿En qué momento se encuentra la guerra?

1. Ahora que se cumplen tres años de la invasión rusa a Ucrania, vale la pena recordar sus fases: La primera fase de esta guerra fue la ofensiva relámpago rusa en febrero del 2022 sobre tres fronteras del territorio ucraniano buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera, en el otoño del 22, fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que ese ejército recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en el sur. En la cuarta fase, la fase del invierno del 22 al 23, Rusia reposicionó sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificultaba cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantuvo bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania. La quinta fase sobrevino con la primavera del 23 y consistió en ofensivas y contraofensivas tanto por parte de Rusia como de Ucrania. En especial, la contraofensiva ucraniana que inició en junio con altísimas expectativas por parte de Kiev y de Occidente, y que terminó hacia el otoño e invierno de ese año sin haber cumplido con esas expectativas. La sexta fase transcurrió, podríamos decir, de manera relativamente silenciosa, sin atraer demasiados reflectores a nivel global. Durante esa sexta fase (desde el fin del invierno del 23-24 hasta aproximadamente agosto del 2024), Rusia fue paulatinamente consiguiendo leves pero importantes avances. Esta etapa estuvo marcada por el desgaste de Ucrania, y el peso de la disparidad entre las fuerzas rusas y las ucranianas tras más de dos años de guerra. La séptima fase inicia el 6 de agosto del 2024, cuando Ucrania lanzó un inesperado ataque terrestre en la región de Kursk, Rusia, con tropas y vehículos blindados.

5. El ejército de Ucrania incursionó en territorio ruso con objetivos militares y políticos. Kiev deseaba forzar a Rusia a replegar tropas que actualmente combaten en el frente del este ucraniano y desplazarlas para defender Kursk. Políticamente, el objetivo consistía en recuperar atención de medios y gobiernos en el mundo, demostrar que Ucrania todavía podía ganar la guerra si recibía el apoyo correspondiente, levantar la moral de sus tropas y de su sociedad, y a la vez, golpear políticamente a Putin, elevando los costos de la guerra entre la ciudadanía rusa. Pasados los meses, podemos decir que Ucrania se queda corta en varios de esos objetivos.

6. Por un lado, Rusia lanzó su contraofensiva (asistida por miles de tropas norcoreanas) para reconquistar su territorio. De los más de 1000 km cuadrados que Ucrania consiguió conquistar en Rusia, hoy conserva aproximadamente la mitad. Las narraciones hablan de la ferocidad de los combates en Kursk, de las debilidades tácticas de Rusia, pero a la vez de su superioridad numérica. Las tropas norcoreanas resultaron bastante menos eficaces de lo que se esperaba, pero aún así, Rusia sigue presionando a las líneas ucranianas.

7. El tema es que, por otro lado, en todos estos meses, Rusia se mantiene avanzando en sus paulatinas pero firmes conquistas de territorio en el este ucraniano. Así que, si Ucrania buscaba desviar recursos rusos del este ucraniano, fracasó en ello. Si Kiev buscaba convencer a Occidente de que aún puede ganar, tampoco podemos decir que ha tenido éxito al respecto. Por último, el haber estirado sus líneas hasta sitios más lejanos, ha dejado otras zonas vulnerables y no ha conseguido levantar la moral ucraniana como Zelensky pensaba que se lograría.

El desgaste de ambos ejércitos y la posición de fuerza de Rusia

1. La evaluación es que ambos ejércitos y sociedades se encuentran enormemente desgastadas, pero que, en el balance relativo, el tiempo sigue operando a favor de Rusia. A pesar de todas las sanciones a su economía y el aislamiento diplomático que Occidente ha ejercido contra Moscú, Rusia sigue comerciando con economías tan importantes como India, China o las monarquías del Golfo entre muchas más. En ciudades como Moscú o San Petersburgo, y centros urbanos mayores, la guerra simplemente no se siente. La aprobación interna de Putin y de sus decisiones sigue siendo alta. Desde la óptica del Kremlin, y a pesar de todos los costos humanos, económicos, sociales y diplomáticos, continuar con la guerra sigue operando a favor de sus intereses. Por tanto, solo una negociación que sea percibida como altamente favorable, podría incentivar a Putin a detener las hostilidades.

2. Del lado ucraniano el desgaste comparado percibido, en términos de bajas (como proporción de la población total), daño humano, material, económico, y, especialmente en términos del impacto psicosocial, es mayor. A pesar de que se trata de una guerra de defensa de la soberanía nacional, una guerra existencial, los estudios muestran que una fracción de la sociedad ucraniana desea ya terminarla, aunque esto implicara efectuar concesiones a Rusia. Esta porción de la población que hace un par de años era menos del 20%, en las últimas encuestas ya anda sobre el 35% y sigue creciendo. Pero, sobre todo, el dato a tener en cuenta es que, como lo afirma el propio Zelensky, sin el respaldo de EU, Kiev no puede garantizar su propia defensa ante Rusia, incluso con el respaldo de Europa. Y esto es lo que hace que Ucrania sea aún más vulnerable.

La visión de Trump y las disputas en su propio equipo

1. Aunque Trump indicó desde hace meses que él podría resolver este conflicto “en 24 horas”, era sabido que las negociaciones tardarían mucho más que eso. Sin embargo, cuando gana las elecciones y su equipo efectúa un análisis más detallado de la situación, se concluyó que, bajo las condiciones actuales, negociar con Rusia implicaba efectuar concesiones que ni siquiera el propio Trump tenía consideradas.

2. Por tanto, fue creciendo una postura al interior del equipo de Trump que indicaba que, para poder empezar a negociar con Putin, había que adquirir una mayor posición de fuerza, lo que se podría conseguir a través de nuevas sanciones, o posturas más agresivas (como, por ejemplo, amenazar a Rusia con incrementar el monto de armamento suministrado a Kiev), las cuales comunicarían a Putin que no podía efectuar todas las demandas que él pretendía. No obstante, para implementar esa estrategia y que Washington ganara fuerza, se requería tiempo. Trump, en cambio, necesitaba mucha mayor velocidad.

3. Esto explica la introducción a la ecuación de su amigo Steve Witkoff, un empresario del mundo de los bienes raíces, enviado especial de Trump para las negociaciones en Medio Oriente, y que hace pocos días sorprendió por su brinco desde aquella región, hacia las conversaciones con Putin. Por contraste, el general retirado Kellogg, enviado especial para las negociaciones sobre Ucrania, y de quien se sabe tenía una posición más agresiva con Rusia, fue excluido de esta parte de las conversaciones. En cambio, Witkoff, con este estilo pragmático que le estamos conociendo, consigue negociar velozmente la libertad de un profesor estadounidense a cambio de un preso ruso convicto por cibercrímenes en EU, y, sobre todo, logra dejar la mesa lista para la primera llamada telefónica oficial entre Putin y Trump.

4. Todo ello exhibe el mundo Trump, un mundo en el que los resultados son menos relevantes que la percepción de que esos resultados se están alcanzando. Ahora, Trump puede comunicar que está caminando hacia la dirección prometida y con la velocidad prometida.

5. Dos factores importantes al respecto. Uno, las declaraciones del flamante secretario de defensa de EU, Hegseth, en el sentido de que las metas de Ucrania son poco realistas, y en el sentido de que esta administración no ve a Ucrania como un tema igual de prioritario que la seguridad fronteriza de EU o la competencia con China y que, por tanto, es Europa quien debe liderar en este tema, y soportar la carga del respaldo a Ucrania. El segundo, intentando recuperar relevancia y buscando no ser excluido de las negociaciones, Zelensky se coloca en modo de “buscar acuerdos”, como lo señala el World Politics Review. Así, Ucrania ofrece a EU sus vastos recursos minerales, como litio, titanio y tierras raras, buscando una fórmula para asegurar el apoyo financiero y militar de Washington, toda vez que Trump ha mostrado interés en intercambiar ayuda por estos materiales estratégicos.

Las negociaciones y las demandas de Putin

1. Dicho todo lo anterior, Putin pretende regresar a sus metas originales de esta guerra. Partiendo de su discurso de “desnazificar y desmilitarizar a Ucrania”, así como de otros discursos emitidos al final del 2021 e inicios del 2022, lo que el presidente ruso busca puede resumirse así:

(a) Un nuevo gobierno en Ucrania que sea más favorable a Moscú, lo que podría ser demandado vía nuevas elecciones en ese país, y asegurar de alguna manera que Zelensky no esté en la boleta.

(b) Conservar los territorios que Rusia ha conquistado y anexado (actualmente el 20% de Ucrania está en poder de Rusia, pero dado que la guerra continúa, esto podría crecer en los meses que siguen), incluso si no hay reconocimiento oficial por parte de EU u otros países.

(c) Garantías de que Ucrania no ingresará a la OTAN. Kiev buscará al menos otro tipo de garantías, como acuerdos bilaterales de seguridad, además de un acelerado acceso a la UE.

(d) Garantías de que la OTAN no penetrará ni con tropas ni con armamento o asistencia en Ucrania.

(e) Probablemente, además de lo anterior, Putin demandará garantías de que la OTAN no se seguirá expandiendo en la zona que Moscú percibe como su zona de seguridad, y que, de hecho, replegará parte de sus tropas es ese círculo que Putin demande.

A juzgar por los más recientes hechos y declaraciones, Trump parece dispuesto a conceder la mayor parte de esos puntos, independientemente de lo que Ucrania o Europa piensen al respecto. De esta forma, Trump podrá presentarse como el “hacedor de la paz” y garante de la estabilidad global.

Estas condiciones, sin embargo, no garantizan la resolución del conflicto de fondo, o que los aliados de Washington en la OTAN estarán dispuestos a ceder en todo lo que Putin demanda, lo que podría arrojar escenarios de conflicto entre Trump y esos aliados occidentales, Por ahora, independientemente de la forma como se lean las declaraciones del presidente estadounidense, e independientemente de que Trump consiguiese negociar ceses al fuego provisionales o simbólicos a fin de seguir proyectando el progreso de sus metas, estamos apenas en el inicio de un proceso de negociaciones muy complejo que no presagia el final definitivo de esta guerra, un proceso en el que la postura ucraniana podría quedar relegada y que por tanto será percibido por parte de la sociedad ucraniana como un acuerdo impuesto. Esto tendrá consecuencias políticas al interior de Ucrania. Y ello, sin mencionar que el proceso será percibido muy negativamente por varios miembros de la OTAN, especialmente muchos de los vecinos de Rusia.

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