Las ciudades cambian, tarde o temprano, pero eso no quiere decir que sus habitantes no recuerden cómo eran. Así lo demuestra el que compartió edificio por décadas con Casa Boker, la gran ferretería de tradición en el Centro Histórico.

Pasó poco tiempo a partir del anuncio de cierre definitivo de esta sucursal de la firma de los tecolotes para que los usuarios de redes sociales hicieran viral el suceso. En plataformas como X (antes Twitter) no se hicieron esperar los recuerdos, por lo que esta entrega de comparte también sus registros sobre el icónico inmueble.

Lo inauguraron en pleno Porfiriato

Hace 124 años, en 1865, el alemán Roberto Boker abrió una ferretería con la que sin duda tenía en la mira destacarse en el negocio, pero que quizá no sospechaba que lo llevaría a ocupar un lugar en la memoria colectiva de los capitalinos.

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No hay que imaginarse qué tan bien salieron las ventas, pues se sabe que para 1900 Francisco Boker, sucesor de su padre, recibiría al presidente Porfirio Díaz, para darle un lugar de honor en la inauguración del inmueble el 3 de julio que se conoce hasta la fecha.

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No está de más decir que, según se rumora, el general Díaz rechazó “cortar el listón” si no retiraban del vestíbulo un tapete con el Escudo Nacional.

El Edificio Boker ganó fama desde su construcción, pues en su momento usar acero como “esqueleto” de un inmueble era novedoso. Otro detalle, hace cien años igual de alucinante, era que también estuvo a la vanguardia con el uso de iluminación eléctrica para sus interiores y con los productos que ofrecía.

Desde la no tan conocida radiola, más pequeña y elegante que los radios convencionales, hasta la todavía confiable máquina de coser Singer, fueron adelantos tecnológicos que llegaban de importación a Boker para cambiarle la vida a decenas de hogares mexicanos.


Para noviembre de 1965, sería la tercera generación la encargada de celebrar cien años de operaciones, con Gunther Boker a la cabeza. Según la nota de EL UNIVERSAL, organizaron una recepción “en el edificio que por generaciones conocemos todos los capitalinos”.

Aquella reunión transcurrió en medio de las decenas de arreglos florales que regalaron los invitados, que a su vez se vieron rodeados por las fotografías que los Boker mandaron amplificar, en que retraban algunos momentos de su historia en la ferretería.

Con los años 70 llegó también la franquicia de los tecolotes. Según el sitio oficial de la ferretería, le rentaron aquel espacio al “Sanborns Boker” desde 1976 hasta este 2024. Esto coincidió con la instalación de "nudos antisísmicos" que evitarían problemas mayores por el terremoto de 1985.

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El siguiente centenario llegó con el año 2000, esta vez para festejar que el ya emblemático Edificio Boker cumplía un siglo de historia. Esa ocasión se montó una exhibición en la planta alta en la que se veían desde notas periodísticas de su apertura hasta las invitaciones y discursos del gerente y de Porfirio Díaz.

El centésimo aniversario de este edificio también sirvió de ocasión para recordar los hallazgos prehispánicos que ocurrieron durante la excavación de las obras para levantarlo. “El águila decapitada” y una cihuateteo (divinidad femenina) fueron vestigios mexicas que se donaron al museos Nacional de Antropología y al Nacional de Arte.

Ocho horas de fuego no dañaron la estructura

Además de sus alegres hitos, la ferretería ha presenciado un par de momentos agitados en sus más de cien años de vida. Uno de ellos fue la captura de un amante de lo ajeno, que habría robado más comercios de la colonia Centro de no ser por un error: romper las ventanas de Casa Boker.

En el reportaje de este diario narró que en 1933 el joven Ernesto “Cuervo” Monzón Izábal había intentado “estudiar” para ser ladrón. Adquirió tantas novelas policiacas como pudo y aprendió que debía usar guantes para no dejar huellas y andar descalzo para no ser detectado en los inmuebles que atracara.


Tras su captura, el joven sinaloense no tardó en dar una extensa confesión. Les contó a las autoridades que él mismo había sido el autor de los robos a despachos en la Torre Latinoamericana y en el Edificio Boker.

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Ya entrado en detalles, explicó que la policía de la ciudad lo descubrió por el ruido que hizo al enfrentar por primera vez un obstáculo. Cuando quiso ingresar a los despachos de Casa Boker, descubrió que no había forma de forzar las ventanas, por lo que las rompió.

Intercambió disparos con los gendarmes, pero de nada le ayudó. Ya en manos de la ley, no tuvo empacho en admitir que se sentía “desilusionado de la profesión de ladrón”.

Un episodio mucho más grave fue el incendio de 1975, que inició la mañana del 8 de febrero a las 9:20, y que los bomberos controlaron hasta las 17:55. No hubo víctimas mortales, aunque sí intoxicados, y las perdidas se calcularon en al menos 50 millones de pesos de la época.


Las páginas de aquella nota describieron densas columnas de humo, llamaradas “enormes” y un Centro Histórico prácticamente paralizado. Se dijo que era el peor incendio en la zona desde la década de 1940.

La causa fue un corto circuito en los baños del primer piso, que se encontraban a lado de la bodega de papelería. El jefe del Cuerpo de Bomberos, coronel Juan Gómez, explicó que a pesar de todo, “debido a la recia construcción del edificio, el siniestro no afectó en gran cosa su estructura”.

Contra viento y marea, o quizás contra fuego y robos, el Edificio Boker ha perdurado en su esquina del primer cuadro de la ciudad. Fue uno de los puntos de referencia obligados cuando se anunció que la calle 16 de septiembre sería semipeatonal.

El pasado 31 de julio, Sanborns Boker cerró sus puertas, a la par de las sucursales de CETRAM Toreo y Sanborns Home & Fashion, clausuras que sin embargo no atrajeron tanta atención como la del Centro Histórico, a la que compararon con el también histórico cierre de Sanborns San Ángel.

A raíz de este cambio, queda un vacío en la colonia Centro, del que hasta el momento no se ha comentado qué uso tendrá en adelante.

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