Entre robos, piratería y el imparable poder del streaming musical, la venta de discos quedó casi en el pasado.
De reinar entre los jóvenes ochenteros y noventeros a ser innecesarios para las nuevas generaciones, los CD y acetatos apenas sobreviven entre los melómanos melancólicos, vendiéndose en puestos ambulantes que no dejarán perder el legado discográfico.
Son los negocios improvisados en calles capitalinas los que ahora sostienen la venta de discos. Las discotiendas quedaron atrás, ya es tiempo de pequeños vendedores.
Robos y piratería, fin de las discotiendas
Las tiendas de acetatos, discos compactos y cassettes eran de los sitios más concurridos por jóvenes capitalinos en el siglo XX. A la par de ese auge se dio un preocupante número de robos durante los años 80 y 90 contra negocios musicales, con atracos por miles de pesos e incalculables productos que se venderían como pan caliente en negocios contrarios o tianguis
Los métodos variaban, desde robos con arma de fuego y destrozos o con prácticas fraudulentas que despistaron a los dueños.
Para los años 90, cuando los CD estaban en su mejor momento y los robos todavía atacaban a las discotiendas se popularizó la venta de piratería, otro factor que mermó el éxito discográfico. El costo accesible y calidad de las copias ilícitas era suficiente para muchos consumidores, quienes optaron por pagar 13 pesos en lugar de 300 por algún disco del momento.
A comienzos del siglo XXI, la venta de música sufrió sus peores embates frente a la piratería, pues —según datos de esta casa editorial— durante el 2002 68% de CD vendidos en México eran copias.
Los puestos ambulantes en Tepito y calles del Centro Histórico se atascaron de piratería, con discos y cassettes que traían sus portadas hechas con fotocopias. La Feria del Disco, Zorba o Tower Records quedaron atrás, ya había una nueva forma de consumir música.
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Además de su valía cultural, los discos fueron conducto de rebeldía y desahogo. En mayo de 1981, autoridades de El Salvador confiscaron grabaciones consideradas “subversivas”; la música era una vía de protesta y ciertas discotiendas se convirtieron en amenazas ideológicas para gobiernos opresivos. Foto: Fabián Márquez/Archivo EL UNIVERSAL.
El ambulantaje y los discos
Durante nuestro recorrido por puestos de avenida Balderas, vimos algunos compradores que, para cerciorarse si el disco que sostenían era buena elección, sacaban su celular y lo buscaban en Spotify. La venta de piratería ya no es rentable, los servicios de streaming musical también la desplazaron.
Aunque todavía sobrevive la publicación de CD o de acetatos para artistas del momento, no se comparan con los altos índices de venta y demanda que se vieron en la Ciudad de México del siglo XX.
Por ahora, los acetatos y CD se ofertan en la capital mexicana gracias a cadenas como MixUp o algunas librerías, pero también subsisten en negocios independientes como el de Marcial Huerta León, coleccionista y vendedor que platicó con EL UNIVERSAL.
Huerta León vende discos desde 1975, ahora entre la Biblioteca México y el Mercado de la Ciudadela “vendemos usaditos, desde 30 pesos hasta mil 500”. Nuestro entrevistado tiene como clientes a muchos de los amigos que hizo en sus tiempos de cazadiscos: “se acaba de morir uno de mis compradores que tenía unos 4 mil LP’s de puro rock progresivo europeo. (…) Los hijos no quieren venderlos, es recuerdo de su padre”.
A los melómanos más ambiciosos les tomó años y hasta décadas mantener sus colecciones y todavía las alimentan, buscando entre tianguis o puestos ambulantes por discos de edición especial e importados desde Japón o Europa.
Los melómanos no olvidan los momentos que pasaron en Zorba, Hip 70, AB o en alguna tienda que tenían cerca de casa y que les permitió vivir las tardes de su juventud rodeados de música, pero son tiempos que no regresarán.
Factores como robos y piratería perjudicaron un mercado muy especial para los capitalinos, pero, para aquellos que les faltó tener un disco de su banda favorita o que perdieron algunos de sus tesoros, las calles todavía esconden joyas melómanas. Puede que ya no existan las ofertas de la Feria del Disco o el glamour de Tower Records, pero el legado discográfico sigue aquí, sonando con fuerza.