A mediados del año pasado, la Oposición no tenía un Proyecto para el País.

3 años antes, recién formada la coalición de los 3 partidos, Claudio X., quién los reunió, prometió que él mismo formularía el Proyecto a su escritorio.

O no tuvo tiempo o resultó que no era cosa fácil.

Lo que es seguro es que luego se informó que los presidentes de los tres partidos serían los que formularían el Proyecto.

Tampoco pudieron o no tuvieron tiempo.

Así que se anunció que una consulta ciudadana de cientos de mesas de trabajo arrojaría el documento.

Oh, terror de los Proyectos escritos por miles: dice una fábula persa que si pones a mil a diseñar un caballo, lo que resulta es un camello.

En todo caso, mientras esa consulta ocurría, inició la contienda interna para elegir al candidato a la presidencia del Frente Opositor, y muchos previeron que sería en realidad el candidato que resultara electo quien terminaría por diseñar el Proyecto para el País.

Lo que ocurrió fue distinto.

Resultó que entre los pre-candidatos sobresalía José Ángel Gurría. Nadie en el Frente con mejores credenciales que él para pretender dirigir al país. Canciller y luego secretario de Hacienda en el sexenio de Ernesto Zedillo, había pasado los últimos quince años fuera de México, presidiendo una institución internacional, la OCDE.

Además, Gurría mostró que era un buen orador. De elegante presencia, sabía transmitir al micrófono ideas claras y amplias con emoción, y entusiasmaba a su auditorio. Parecía un líder, sabía ser un líder.

Por esos días fue que los presidentes de los tres partidos lo visitaron y le pidieron directo que se bajara del intento. Ellos y don Claudio habían ya decidido que Xóchitl Gálvez sería la candidata.

¿Por qué?

Porque los grupos de enfoque de los publicistas del Frente habían detectado que era por mucho la más atractiva para la gente.

Y a cambio le propusieron a Gurría otra responsabilidad. Formular el tan postergado Proyecto de País del Frente Opositor.

Debió ser violenta la decepción para Gurría, pero se disciplinó y asumió el encargo. Se arremangó la camisa y con un equipo de expertos se puso a trabajar. Al cabo de medio año produjeron un documento voluminoso. Gurría se dio entonces a la tarea de compendiarlo en 132 páginas.

132 páginas que hizo llegar a la entonces ya candidata oficial del Frente, por aquellos días ocupada en recorrer el país de mitin en mitin, de cena en cena, de desayuno en vuelo de avión.

Lo que pasó con ese ambicioso, ordenado y documentado Proyecto de País es un misterio.

¿Lo leyó Xóchitl?

¿Lo hojeó al menos?

¿Se usa para algo?

¿Dónde está?

Es incierto. Lo cierto es que desde que Gurría le envió el Proyecto para el País, no ha visto a la candidata, menos hablado con ella o recibido alguna nota.

Ironizaba yo hace un año diciendo que algún Proyecto de País terminaría la Oposición por tener, así fuera dos meses antes de la votación. Me parecía imposible una fuerza política que quiere tomar la cabina de mandos de un país pero no tiene ni mapa ni ruta ni una noción general de hacia dónde conducirlo.

Vaya, ningún chofer de tráiler se lanza a la carretera sin saber a dónde va y por dónde.

Estaba yo equivocada. Al parecer sí hay choferes de tráiler nihilistas. Hoy, a dos meses de la votación, el Frente ahora llamado Fuerza y Corazón sigue sin un Proyecto para el País.

Matizo.

Algunos distinguidos panistas o priistas sí tienen ofertas bien redactadas en los campos que les han confiado; también ellos mismos han redactado respuestas breves a los principales dilemas nacionales; de seguro en las próximas semanas brotarán slogans acuñados en arduas mesas de publicistas; y es de suponerse que seguirán desplegándose las olas de la Guerra Sucia contra el presidente Obrador y contra la candidata adversaria, Claudia Sheinbaum.

Es decir, mucho que decir sí tiene el Frente Opositor, pero lo que se podría llamar un Proyecto PARA el País, para su gente, no, no lo tiene todavía.

O más bien, sí lo tiene, pero anda extraviado.

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