La mejor marcha del 8M fue la recién pasada. La más nutrida y donde hubo más familias: abuelas, hijas y nietas unidas por la causa feminista.
Las policías mujeres no usaron cascos ni armas ni gases y casi no hubo alguna confrontación con las morras del Bloque Negro.
Pero las ominosas vallas metálicas volvieron a estar rodeando el Palacio Nacional como en otros años, testimonio otra vez de la falta de imaginación.
(En una simple consulta, Deepseek me ofreció a mí varias alternativas usadas en otros países, entre ellas las mantas anti-fuego que se usan en Asia para proteger monumentos históricos del fuego y la pintura que los manifestantes suelen usar. )
Así que la frase que cifró el espíritu de la marcha la pintaron unas jóvenes en una ominosa valla metálica.
LLEGAMOS TODAS (HASTA AQUÍ)
Es decir, no hasta el interior del Palacio del Poder Presidencial, sino a 30 metros.
Una frase que cifra mucho más que el uso de las vallas. Una frase que cifra la frustración de las mujeres de todavía no poder de verdad contar con el Estado y al mismo la esperanza de poder contar con él en un futuro cercano.
Y es que es verdad: una mujer ya preside al Estado, pero todavía esa mujer no usa todo ese Poder para desarmar la misoginia social.
Aún hay 10 feminicidios diarios.
Aún las mujeres reciben menos paga que los hombres por el mismo trabajo.
Aún el trabajo doméstico es un trabajo esclavo, no valorado de forma económica.
Claro, Claudia Sheinbaum apenas lleva 5 meses gobernando, es demasiado pronto para exigirle resultados, y sin embargo lo que sí preocupa es el decálogo de intenciones pro-mujer que publicó su gobierno precisamente el Día de la Mujer: un decálogo de medidas casi todas todavía retóricas.
Y las mujeres mexicanas no construimos a lo largo de 75 años la escalera que ha llevado a las mujeres políticas al Poder para que nos entreguen hazañas retóricas: queremos medidas reales instaladas en el mundo de los hechos.
¿Qué medidas?
Las que lleven de forma directa a cumplir la agenda acordada a lo largo de 75 años por las mujeres mexicanas.
A decir: 0 violencia contra nosotras; 0 desigualdad; un sistema social que nos libre del trabajo doméstico.
Digamos, por poner ejemplos de medidas que conducirían a ello, que en cada estado de la República se instale una policía especializada en crímenes de género, que impida a los violentadores y asesinos —o en el caso peor, cuando ya han delinquido, que los aprese.
Digamos un área especial en el nuevo Poder Judicial para crímenes de género, que garantice que los violentadores no compren su impunidad, como hoy lo hacen de forma consuetudinaria.
Digamos un crecimiento considerable de los servicios públicos.
Hay que decirlo también: la inercia a quedarse en las puras palabras y no pasar a los hechos no es solo propia de las mujeres del gobierno federal, aqueja igual a las legisladoras de este Congreso donde son la mitad.
Hace unas semanas los patriarcas de los distintos partidos ordenaron echar para atrás el plan de que las legisladoras se reunieran en el pleno del Congreso y pactaran su colaboración en todo lo que trata de temas de mujeres.
¡Y las señoras obedecieron a los patriarcas! No se reunieron y no pactaron.
Quienes las votamos, esperamos de ellas lo contrario. Debieron desobedecer a los patriarcas y reunirse en otra parte, la cafetería del Congreso, un auditorio interno, en un parque: da igual en dónde: debieron y deben reunirse pronto para acordar las leyes pro mujer que deben aprobar, les guste o no a los patriarcas de los partidos.
No hay pretexto hoy válido. Las mujeres mexicanas tenemos 5 años para cambiar a México –y no más. Es ahora o quién sabe cuándo podrá volver a ser posible que sea.
5 años para que las mujeres de afuera del Palacio Nacional y de afuera del Congreso exijamos a las que están adentro hechos y no palabras.
Acciones y no retórica.
5 años para que de verdad lleguemos todas.
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