Si así lo decide Trump, invadirá México. Una intervención que puede ser focalizada en las zonas del narco. O una invasión que puede ser extensa: un ejército numeroso entra a México.

Para hacerlo, Trump requiere de un último elemento: una narrativa que el congreso, la opinión pública y los ciudadanos de los EUA le aprueben como justa, y esa narrativa Trump la ha venido ya ensayando en numerosos discursos y entrevistas.

A decir: cientos de miles de norteamericanos mueren cada año destrozados por el fentanilo; el fentanilo se produce en laboratorios instalados en territorio mexicano; ergo, fuerzas armadas entrarán a México y destruirán los laboratorios.

Simple. Poderoso. Convincente.

E inexacto. Tremendamente inexacto.

No importa. El futuro se decide en narrativas.

En marzo del año 2003, EUA invadió Irak para (cito al presidente Bush) “capturar las armas de destrucción masiva que ponen en peligro a la comunidad de las naciones” –y esas armas nunca existieron, más que en su narrativa.

Por eso, aún si ciertas y puntuales, las correcciones al relato de Trump por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum, no serán determinantes.

Que si la mayoría de los laboratorios del fentanilo están en EUA y Canadá; que si las farmacéuticas norteamericanas inventaron esa droga; que si las armas del narco mexicano son de las armerías gringas; que si destruir la red de distribución del fentanilo en EUA sería más efectivo que una intervención en el extranjero; que si México está combatiendo hoy al narco en nuestro territorio.

Todo cierto, pero esas correcciones no serán determinantes.

Las narrativas sacrifican el detalle para volar como balas pulidas y dar en el blanco.

El gobierno de México necesita OTRA narrativa que oponer a la de Trump y que no suponga la inercia ante un problema real y grave: el narco existe y es una fuerza anti-social maligna, que mata a cientos de miles cada año.

Y necesita difundir esa OTRA narrativa no en México, sino allende nuestra frontera norte, entre los ciudadanos, la prensa y el congreso norteamericanos.

Ese es ahora el blanco. El corazón del asunto. Convencer a los vecinos.

Una narrativa que debe caber en una oración. “Si México y Norteamérica hoy hacen cada cual su parte, esta es la gran oportunidad de barrer con el narco.”

El desglose de esa narrativa, a mí parecer:

EUA prohíbe a sus armerías vender armas a los narcos, como se los prohíbe venderlas a ejércitos enemigos. EUA destruye las redes de distribución de la droga en su territorio. México expurga de su burocracia a los funcionarios socios del narco. Y el ejército nacional por fin destruye las guaridas y los laboratorios de los cárteles.

Varios pasos (estos antedichos u otros): una sola narrativa: la meta es destruir entre ambos gobiernos al narco.

Conozco bien a los norteamericanos. Di clases en la Universidad de Berkeley. Trabajo hoy mismo con un estudio de cine gringo. Mi hermana y mis sobrinos son mexa-mericanos. Desde niña los leo y los oigo y los visito a menudo, y sé dónde y cómo forman sus opiniones.

En las pantallas.

A mí parecer, la Presidenta debe aparecer en las pantallas de los EUA para desplegar despacio y con claridad, durante una hora y ante millones de norteamericanos, la narrativa alterna mexicana.

No solo destruir la narrativa de Trump: ofrecer otra narrativa mejor. Un plan no de inacción o resistencia, sino una estrategia de acción que capture el entusiasmo de la gente allende del Río Bravo –y sí, también en nuestro país.

Esta es una gran oportunidad de barrer al narco, si México sabe hablar a tiempo y en donde haga la diferenci

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