Después del 8 de marzo una gran parte de la sociedad manifestó su indignación y molestia ante las acciones efectuadas por parte de los colectivos feministas, apelando al ya famoso "esas no son las formas". Bajo éste "argumento", se condenó y señaló la intervención de los monumentos. Más allá de enfrascarse en una discusión sobre si estas acciones están “bien” o “mal”, entendamos el contexto.

A lo largo de la historia, la iconoclasia se ha instaurado como una vía para hacerse escuchar y hacer visibles las problemáticas que aquejan a la sociedad. ¿Y cómo por qué? Porque cuando los medios, las noticias, los libros y las autoridades no hablan de estos hechos, los monumentos se erigen como testimonios vivos que visibilizan la situación social.

En la iconoclasia, el arte se convierte en una valiosa herramienta de denuncia y crítica social. Pero, ¿qué pasa cuando nos enfrentamos a la censura, así sin más?

Jesús Becerril y José Hernández Delgadillo fueron destacados muralistas de origen hidalguense, cuyo legado artístico ha dejado una profunda huella en la historia del arte mexicano. A través de sus obras, contribuyeron a la creación de una narrativa visual de la identidad cultural y social de México. Sus murales no solo son expresiones estéticas, sino también poderosas herramientas de resistencia, protesta, crítica social y política, que reflejan las luchas, los valores y las tradiciones del pueblo mexicano.

La importancia de su trabajo radica además en su capacidad para transmitir mensajes de justicia, igualdad y resistencia a través del arte público, llegando a un amplio espectro de la sociedad y generando conciencia sobre diversos temas. Además, se han convertido en parte integral del paisaje urbano y cultural de la ciudad de Pachuca.

Desafortunadamente sus obras han sido sujetas a distintas “intervenciones”, como la situación que guardan dos de los murales de Hernández Delgadillo, ubicados a lo largo de la Avenida Revolución, los cuales además de pintas, presentan huellas de humedad y deterioro. En este caso, el problema en sí no es el graffiti, ya que también constituye una expresión artística urbana, sino el abandono institucional y la falta de conciencia en torno a la importancia de las obras.

¿Por qué las obras no se protegen y se restauran? Estos casos constituyen una excelente oportunidad de reflexionar… Nos negamos a la iconoclasia y a la aceptación de la transformación del patrimonio dentro de su proceso de apropiación, cambio y resignificación. Rechazamos su intervención como un indicador de los procesos sociales de la historia, en este contexto, a los que dan cuenta de la protesta social, pero, cuando acontecen situaciones de censura y modificación, al parecer no hay nada que decir.

Por otro lado, la prácticamente nula indignación social en torno a los casos de Becerril y Delgadillo parecen instaurarse como un indicador de que el patrimonio cultural únicamente cobra importancia y se defienden con entereza cuando se relacionan con la lucha feminista.

¿Dónde están los que defienden las paredes?, ¿Dónde están los que defienden los monumentos? ¿De verdad nos interesa tanto el patrimonio cultural o será que nos cobijamos bajo ese argumento con el único objetivo de desacreditar a un movimiento?

A lo largo de la historia, la iconoclasia se ha instaurado como una vía para hacerse escuchar y hacer visibles las problemáticas que aquejan a la sociedad. En la iconoclasia, el arte se convierte en una valiosa herramienta de denuncia y crítica social.

Google News