Eric Hobsbawm fue uno de los historiadores más influyentes del siglo XX, quien nos legó una visión del tiempo histórico, distinta de la manera lineal y mecánica en la que solemos entender el paso de los años. Para él, los siglos no se limitaban a los marcos estrictos que determinan el calendario; en su lugar, propuso que podían estirarse o acortarse a partir de grandes acontecimientos que marcaran su comienzo y su final.

Un corte histórico en la perspectiva de Eric Hobsbawm se refiere a un punto de inflexión significativo en la historia, marcado por eventos o procesos que alteran de manera profunda y duradera la estructura de las sociedades, las economías, las políticas o las culturas. Estos cortes no necesariamente coinciden con las divisiones cronológicas convencionales, sino que están definidos por transformaciones que crean un "antes" y un "después" en la historia. En efecto, el tiempo no es lineal, (como en la serie de Netflix, DARK).

Los postulados historiográficos de Hobsbawm nos enseñan que los siglos pueden ser cortos o largos, dependiendo de los procesos y cambios históricos que los definan. Un claro ejemplo de su enfoque es el "siglo XIX largo" y el "siglo XX corto". El historiador argumentaba que el siglo XIX, en términos históricos, no comenzó exactamente en 1800 ni terminó en 1900, sino que se extendió desde la Revolución Francesa (1789) hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914). Por otro lado, el siglo XX, marca su inicio desde este acontecimiento en 1914, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991. Para Hobsbawm, los siglos eran más que periodos marcados por dígitos; eran unidades de tiempo definidas por rupturas, transformaciones y continuidades históricas.

De lo anterior se deriva la broma académica, (muy popular entre nosotros, los historiadores), de que "el año comienza y termina cuando Hobsbawm lo diga". En este comentario se encapsula la idea de que el tiempo histórico no se rige por calendarios, sino por la lógica de los procesos humanos: cambios políticos, económicos, revoluciones sociales y culturales, guerras y reconstrucciones. En su visión, la historia no se puede comprimir en elementos ordenados, y a menudo los momentos decisivos que cambian el rumbo de la humanidad desbordan las fronteras temporales convencionales.

En el contexto del Año Nuevo, esta perspectiva invita a reflexionar sobre cómo medimos el tiempo y qué significa verdaderamente el inicio o el fin de un ciclo. El cambio de año puede ser un recordatorio de que la historia avanza según su propio ritmo, desafiando nuestros intentos de encasillarla. De acuerdo con Hobsbawm, podríamos pensar que los momentos clave que definen nuestro presente no se encuentran siempre alineados con las fechas del calendario, sino con los hitos que transforman nuestra forma de entender y vivir el mundo.

Así que, al dar la bienvenida a un nuevo año, también podemos preguntarnos: ¿en qué parte de nuestro "siglo histórico" estamos viviendo ahora? Siguiendo a Hobsbawm, en esencia, tal vez no sea el calendario quien tenga la última palabra, sino el curso mismo de los acontecimientos que aún están por venir.

Siguiendo a Hobsbawm, en esencia, tal vez no sea el calendario quien tenga la última palabra, sino el curso mismo de los acontecimientos que aún están por venir.

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