Contrario a la idea que suele imperar en el imaginario colectivo, la historia no se trata únicamente de fechas ni nombres. Siguiendo a Marc Bloch, la historia es la ciencia que estudia el devenir de la humanidad a través del tiempo, por lo que debe ser entendida como un proceso continuo y dinámico. Pero, ¿Quién hace la historia?

La historia no es solo producto de los grandes hechos o los grandes personajes, sino también de las personas comunes, los grupos sociales y las pequeñas acciones que, acumuladas, conforman los procesos históricos. En este sentido, todos hacemos historia. Sin embargo, somos los historiadores quienes, a través de nuestra labor de investigación, análisis y reflexión crítica, damos forma a la narración y la interpretación de esa historia.

Los historiadores recopilamos y analizamos las fuentes, además de cuestionar y buscar dar respuesta a las grandes interrogantes de la humanidad. El historiador no es el que sabe, es el que busca.

Historiar implica un proceso profundo de búsqueda, análisis y reflexión sobre los procesos históricos, su causalidad y sus implicaciones sociales. No se trata solo de recopilar datos o de relatar hechos, sino de interpretar los acontecimientos y procesos sociales.

El oficio de hacer historia involucra un ejercicio crítico que conecta los sucesos con sus contextos sociales, políticos, económicos y culturales, reconociendo las dinámicas que los estructuran; además, es un ejercicio que permite luchar contra el olvido.

Como historiadores debemos ser conscientes de que nuestra labor no solo tiene un valor académico, sino que también tiene un propósito social y transformador. Nuestro trabajo es fundamental, no solo porque rescatamos y documentamos los hechos que conforman nuestra memoria colectiva, sino porque con cada investigación, con cada clase y con cada reflexión compartida, participamos activamente en la construcción de la conciencia histórica.

Los historiadores, tenemos la responsabilidad de mirar más allá de los eventos puntuales, de romper las barreras entre las distintas disciplinas y de entender el contexto en el que las sociedades se desarrollan. La historia, desde esta perspectiva, no solo es el estudio de las grandes figuras o los grandes eventos, sino también de los movimientos sociales, las estructuras económicas, las mentalidades colectivas y las transformaciones cotidianas que, al final, permiten comprender los procesos de cambio a lo largo del tiempo.

No obstante, la labor del historiador no se limita a interpretar el pasado; debemos actuar como agentes del cambio. Nuestra responsabilidad va más allá de la crítica y el análisis, por lo que la investigación debe ser una herramienta para comprender, cuestionar y, en lo posible, mejorar la realidad social en la que vivimos.

Aprovecho está, mi columna número 50, para agradecer a El Universal por este espacio, donde tengo el privilegio de dar a conocer mis investigaciones, reflexiones y cuestionamientos. Gracias a esta oportunidad he podido hacer de mi oficio algo más que una labor académica. La historia es de todos y, a través de esta columna he logrado acercar la historia, (o al menos eso intento), a un público más amplio.

“Como historiadores debemos ser conscientes de que nuestra labor no solo tiene un valor académico, sino que también tiene un propósito social y transformador”…

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