El conflicto entre Israel y Palestina es u complejo y profundamente arraigado en la historia de la región conocida como “Franja de Gaza”. Este genocidio histórico, puede describirse como una serie de eventos violentos que han resultado en guerras, operaciones militares, enfrentamientos, políticas de ocupación, asentamiento y discriminación sistemática, causando la pérdida de miles vidas y el desplazamiento masivo de personas palestinas desde la creación del “Estado de Israel” en 1948.

En los últimos meses ha surgido un movimiento global liderado por estudiantes y universidades que exige la ruptura de relaciones con estados e instituciones sionistas. La decisión de romper relaciones no es solo una declaración simbólica, sino un acto de resistencia y solidaridad con un pueblo que ha sido objeto de opresión y violencia durante décadas, por lo que implica rechazar cualquier forma de colaboración que beneficie a regímenes que perpetúan la ocupación y la violación sistemática de los derechos humanos en Palestina. Esta exigencia se fundamenta en el principio de responsabilidad moral y ética.

Las instituciones educativas y los individuos tienen el deber de tomar una posición clara en contra de la injusticia y la violación de los derechos humanos en cualquier parte del mundo, por lo que, al romper relaciones con estados sionistas, se envía un mensaje claro de que la comunidad internacional no tolerará la impunidad ni el apoyo a regímenes que perpetúan el sufrimiento humano.

En México, tanto la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), anunciaron r la suspensión de los vínculos académicos que mantenían con instituciones educativas de Israel, que atentaran mediante sus acciones con la paz en la franja de Gaza, además de la implementación de acciones en pro del pueblo palestino. Por su parte, estudiantes del Colegio de México (ColMex), al igual que los de la UNAM, instalaron un campamento en apoyo a Palestina y exigieron a la presidenta de dicha institución pronunciarse en contra de la situación y romper relaciones académicas con instituciones sionistas. Lo anterior, en el marco de una serie de protestas encabezadas por estudiantes que exigen el cese al fuego y el genocidio en perjurio del pueblo palestino. En Hidalgo, en abril de este año, tanto la Plaza Jerusalén, como el monumento a David Ben Gurion, fueron objeto de iconoclasia a través de pintas. Recordemos que éste último fue líder del movimiento sionista e impulsor de la expulsión y masacre del pueblo árabe para imponer el estado de Israel en Palestina. Por otro lado, en medio de una ola críticas que ponen en duda la conciencia histórica, ética y de clase de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), la institución anunció hace unos días la firma de un convenio con la I, para la “realización de proyectos de innovación para su formación integral”. Ante este hecho, integrantes de su comunidad estudiantil publicaron un comunicado para repudiar las acciones de legitimación, apoyo y reconocimiento de grupos sionistas.

El conflicto entre Israel y Palestina tiene profundas raíces históricas, pero el genocidio que se ha llevado a cabo en esta región es una herida abierta en la conciencia global. La negación de los derechos fundamentales, la violencia indiscriminada y las políticas de ocupación han dejado un saldo de sufrimiento inimaginable para el pueblo palestino. Por lo anterior, no podemos permitirnos ignorar el sufrimiento de millones de personas que han sido desplazadas, encarceladas y asesinadas en nombre de intereses políticos y territoriales.

La decisión de romper relaciones con éstos estados no es solo una declaración simbólica, sino un acto de resistencia y solidaridad con un pueblo que ha sido objeto de opresión y violencia durante décadas, por lo que implica rechazar cualquier forma de colaboración que beneficie a regímenes que perpetúan la ocupación y la violación sistemática de los derechos humanos en Palestina.

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