Se avecina el 8 de marzo, día internacional de la mujer, conmemoración que se ha convertido en un símbolo de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Sin embargo, persisten actitudes de temor y distanciamiento hacia todo lo que el movimiento que representa.
¿Qué impulsa este miedo? Uno de los motivos más comunes es la falta de comprensión. Muchas personas temen lo que no entienden, y la complejidad de las problemáticas de género puede resultar abrumadora. Desentrañar este miedo implica educación, deconstrucción y disposición al diálogo, para construir puentes dialécticos de conocimiento.
Desde los derechos laborales hasta la autonomía sobre sus cuerpos, las mujeres continúan enfrentando obstáculos arraigados en estructuras históricas y sociales. La lucha feminista, entre otras cosas, desafía las estructuras tradicionales de poder establecidas, que han persistido durante siglos. Este desafío puede generar resistencia entre aquellos que temen perder privilegios o que se sienten amenazados por la idea de una redistribución equitativa de poder. Abordar estos temores implica mostrar que la igualdad de género no es una amenaza, sino un avance necesario hacia una sociedad más justa e incluyente.
El término "feminismo" a menudo lleva consigo estigmas y malentendidos. Algunas personas asocian el feminismo con la misandria o perciben el movimiento como excluyente. Aclarar la naturaleza del feminismo como la búsqueda de la igualdad de género es esencial para superar estos estigmas y fomentar la participación inclusiva.
En este camino, el enfoque de la interseccionalidad es sumamente importante, ya que reconoce que las experiencias de las mujeres no son uniformes y que las estructuras de poder operan de manera interconectada, afectando a las personas de manera diferente según su posición en múltiples ejes de opresión y discriminación: como género, raza, clase social, orientación sexual, capacidad física, contexto geográfico, entre otras.
La lucha por la igualdad de género es un asunto social y estructural que se manifiesta como una necesidad apremiante. En el epicentro de este movimiento, la marcha del 8 de marzo emerge como un símbolo de resistencia, un llamado colectivo para la conciencia y la acción que no se instaura únicamente un acto de protesta ni es una mera expresión de solidaridad, constituye un recordatorio potente que permite visibilizar la violencia, los desafíos, las injusticias y desigualdades que enfrentan las mujeres en todo el mundo.
¿Y a mí, qué? Ser conscientes de estas luchas es el primer paso para abogar por un cambio significativo. La conciencia histórica es bastión principal hacia la acción. Debemos informarnos sobre las desigualdades que persisten para ser conscientes de nuestras propias actitudes y cuestionar nuestros privilegios, reconociendo que la lucha por la igualdad no es solo responsabilidad de las mujeres, sino de toda la sociedad.
El cambio puede generar incomodidad y la lucha feminista es un llamado a la transformación social. Al desentrañar las percepciones erróneas y construir una comprensión más completa, podemos avanzar hacia una sociedad donde la igualdad de género no sea motivo de temor, sino un objetivo compartido para y por el bien de todos.
Desde los derechos laborales hasta la autonomía sobre sus cuerpos, las mujeres continúan enfrentando obstáculos arraigados en estructuras históricas y sociales.