La censura por orden judicial de la exposición “La venida del Señor” del artista Fabián Cháirez, exhibida en la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México, representa un ataque a la libertad de expresión y una muestra palpable de cómo los dogmas religiosos siguen ejerciendo el control en la opinión pública
La obra de Chairez, a través de su visión, aborda de manera subversiva y provocadora la figura tradicional de lo divino y lo sagrado, con una estética vinculada con la comunidad LGBTIQ+.
Lo anterior rompe con el esquema tradicional de representación, por lo que su arte fue percibido por algunos sectores católicos como una ofensa. Sin embargo, esta reacción no es más que un reflejo de un poder cultural y religioso que aún persiste, uno que se siente con la autoridad de imponer su visión del mundo en espacios libres de cualquier dogma religioso.
Es fundamental recordar que, pese a la fuerte presencia catolicismo en México, vivimos en un Estado laico, lo que implica que las creencias religiosas no deberían influir en las decisiones gubernamentales ni en el marco legal. La intervención judicial en este caso no solo atenta contra la libertad artística y la libre circulación de ideas, sino que también deja claro cómo grupos siguen intentando imponer su moral y sus valores. Esta censura es un recordatorio de que, aunque en principio los derechos fundamentales deben ser respetados, la realidad muestra que existe una lucha por mantener el control sobre las expresiones que desafían el orden establecido.
Lo irónico de esta situación es que los católicos están ofendidos por la exposición; de alguna manera, repiten la misma conducta autoritaria que critican. En su intento por defender lo que consideran la “santidad” de sus creencias, niegan el derecho a la libre expresión de otros.
Este mismo sector puede organizar peregrinaciones, llevar a cabo procesiones o manifestarse públicamente sin que nadie cuestione sus derechos de culto, mientras que las personas que deciden desafiar los límites de lo convencional a través del arte se ven. Es un doble estándar: los católicos ejercen libremente su derecho a la manifestación pública de su fe, pero a otros se les niega el derecho a expresar sus visiones y de cuestionar, incluso cuando provocan reflexión y cuestionamiento social.
En última instancia, esta censura no solo subraya la necesidad de una defensa constante de la libertad de expresión, sino que también pone en evidencia cómo, en este siglo XXI, aún existen sectores que intentan imponer una moralidad con base en la religión y olvidan que la libertad requiere respeto a la diversidad de pensamientos, creencias y expresiones.
Permitir que una obra sea retirada o silenciada por presiones religiosas o sociales, debilita los cimientos de la libertad de expresión y pone en riesgo la creatividad y el pensamiento crítico. Si no se defiende el derecho de los artistas a cuestionar, reflexionar y expresar sus ideas, corremos el riesgo de vivir en una sociedad donde se controle el discurso y se limite el acceso a nuevas perspectivas, dañando así la pluralidad.
SUMARIO: Los católicos ejercen su derecho a la manifestación pública de su fe, mientras que a otros se les niegue expresar su visión.
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