La icónica escultura de “la garza”, es sin duda un símbolo que identifica a la comunidad de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. No obstante, tiene sus orígenes en un acto de apropiación y resignificación estudiantil.

Los registros históricos dan cuenta de la garza como un ornamento que originalmente formaba parte de la fuente central del Parque Porfirio Díaz, (actualmente Parque Hidalgo), en la ciudad de Pachuca de Soto y que fue sustraído por un grupo de estudiantes para llevarlo al edificio central de la Universidad en la calle de Abasolo. Las causas que ocasionaron dicha determinación se desconocen y las anécdotas aluden al dolo por un “acto de la autoridad”.

La sustracción de un elemento del entorno público, bien pudo haber sido calificada como un acto “vandálico”, pero no fue así, la acción tomó otro curso y en su lugar se erigió como un emblema distintivo de la máxima casa de estudios del estado.

En contra parte a este suceso, (que probablemente se suscitó en la década de los 30), el 19 de septiembre de 2023, durante las manifestaciones emprendidas por los alumnos del Instituto de Artes (IDA) de la universidad, la garza fue decapitada, lo que ocasionó un sinnúmero de reacciones al respecto.

Si bien la figura de la garza no es un monumento histórico, es un símbolo de la comunidad universitaria, testigo de su historia e identidad; por lo que su transformación e intervención debe der vista como parte del devenir histórico.

Fuente: Mediateca INAH, ca. 1920
Fuente: Mediateca INAH, ca. 1920

Debemos recordar, que más allá de la “destrucción” física, los objetos intervenidos a menudo experimentan una resignificación que refleja los cambios sociales, políticos, históricos y culturales de la época; en los cuales, estos entes de veneración o representación de ciertos ideales, se convierten en puntos de controversia y debate público cuando son objeto de iconoclasia.

La intervención de estos símbolos puede ser interpretada como una manera de desafiar narrativas hegemónicas y como una expresión de la lucha por la justicia, en contra del autoritarismo y en pro de la mejora de las condiciones académicas. A su vez, los objetos intervenidos pueden experimentar una resignificación que los transforma en espacios de reflexión, educación y memoria. En lugar de borrar por completo la historia representada por éstos, la intervención puede abrir un diálogo sobre su significado y su lugar en la sociedad.

Podría decirse entonces, que la garza vivió su segundo proceso de resignificación histórica, como parte de las convergencias entre el arte, la protesta y la lucha estudiantil. Y es que, si en un inicio, fueron los estudiantes los encargados de “apropiarse” un elemento que recogiera su espíritu, su esencia y su sentir, para conformar parte de su identidad, ¿No serían ellos los mismos que están en derecho y obligación de exigir un cambio a través de dicho símbolo?

El alumnado no es enemigo de la universidad, son los estudiantes quienes dan vida a las aulas, no solo son receptores de conocimiento, sino también creadores y agentes de cambio. Su diversidad de perspectivas, experiencias y aspiraciones enriquece el ambiente académico y fomenta un intercambio dinámico de ideas y valores. Son ellos quienes desafían las normas establecidas y quienes, a través de sus acciones y contribuciones, definen el carácter y la identidad de la institución.

Los objetos intervenidos pueden experimentar una resignificación que los transforma en espacios de reflexión, educación y memoria. En lugar de borrar por completo la historia representada por éstos, la intervención puede abrir un diálogo sobre su significado y su lugar en la sociedad.

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