El día 6 de febrero, el mundo conmemora el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina (MGF), un recordatorio de las injusticias y sufrimientos que miles de mujeres y niñas aún enfrentan debido a prácticas tradicionales que atentan contra sus derechos humanos. Esta fecha no solo tiene un valor simbólico, sino que es una invitación a reflexionar sobre las implicaciones filosóficas, sociales y políticas de una práctica que, a pesar de los esfuerzos globales, sigue siendo persistente en diversas culturas y regiones del mundo.
La mutilación genital femenina tiene raíces profundas que se extienden a lo largo de la historia. En muchas comunidades, esta práctica ha sido vista como un rito de paso hacia la madurez o una forma de garantizar la pureza y el control sobre la sexualidad femenina. Sin embargo, detrás de su justificación cultural, es una clara violación a los derechos fundamentales de las mujeres: la libertad, la salud, la integridad física y la autonomía sobre sus cuerpos.
Aunque la mutilación genital femenina está más asociada a ciertas regiones de África, Oriente Medio y algunas comunidades de Asia, la conciencia sobre este problema también es relevante en México. Si bien las estadísticas oficiales no señalan una prevalencia significativa en el país, México, como parte de la comunidad internacional, ha firmado tratados y acuerdos en los que se comprometen a erradicar toda forma de violencia contra las mujeres. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y las reformas internacionales de los derechos humanos apuntan hacia la eliminación de todas las formas de violencia y mutilación, no solo como un imperativo ético, sino como una cuestión de justicia social, dignidad, libertad y autonomía.
La lucha contra la MGF implica cuestionar estructuras de poder profundamente arraigadas que han normalizado la violencia contra las mujeres, siendo un recordatorio de la desigualdad persistente que se enfrenta en diferentes partes del mundo.
Este día debe ser visto como un momento de solidaridad global, en el que todas las voces se unan para denunciar la violencia de género en todas sus formas. La MGF es una manifestación extrema de cómo el cuerpo de la mujer ha sido históricamente cosificado y subordinado a las normas sociales, políticas y religiosas. En este marco, la violencia cultural contra el cuerpo femenino, aunque muchas veces amparada en tradiciones o creencias arraigadas, no debe ser tolerada ni justificada bajo ningún pretexto. La cultura, como constructo humano, está en constante cambio y debe ser vista como un espacio donde los valores de equidad, respeto y dignidad se refuercen, no como un pretexto para perpetuar la opresión y el sufrimiento.
Utilizar la cultura como excusa para perpetrar la mutilación genital femenina o cualquier otro acto de violencia de género es ignorar el principio fundamental de los derechos humanos: que la autonomía y la integridad del cuerpo humano deben ser respetadas por encima de cualquier norma cultural que atente contra la libertad individual.
La violencia cultural contra el cuerpo femenino, aunque muchas veces amparada en tradiciones o creencias arraigadas, no debe ser tolerada ni justificada bajo ningún pretexto.
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