El Día Internacional de las Mujeres Rurales es celebrado cada 15 de octubre, para reconocer tanto las contribuciones como las desigualdades que juegan las mujeres en las zonas rurales de todo el mundo. Esta conmemoración, instituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007, destaca el papel de las mujeres en la seguridad alimentaria, el desarrollo económico, la conservación del medio ambiente y la transmisión de conocimientos ancestrales. Históricamente, las mujeres rurales han sido figuras clave en la sostenibilidad de las comunidades, pero su trabajo a menudo ha sido invisibilizado, a pesar de que podríamos considerarlas el pilar fundamental de la vida rural.
En muchos países, incluido México, las mujeres rurales han jugado un papel crucial en la preservación de las tradiciones agrícolas, sin embargo, en gran medida se encuentran en situaciones de desigualdad de género, con acceso limitado a recursos económicos, acceso a la educación y servicios de salud. Sin embargo, su lucha por la equidad ha sido constante y ha permitido avanzar en temas cruciales como el acceso a la propiedad de la tierra, la participación en procesos de toma de decisiones y la mejora de sus condiciones de vida.
En la circunstancia mexicana, el país cuenta con un vasto territorio rural, que depende en gran medida de las mujeres en el sector agrícola y ganadero, quienes, a pesar de representar una parte significativa de la fuerza laboral en el campo, siguen enfrentando desigualdades estructurales. A pesar de los avances en las últimas décadas, muchas mujeres rurales siguen luchando por el reconocimiento de sus derechos, y por la mejora de las condiciones de vida en sus comunidades, muchas de las cuales están marcadas por altos índices de pobreza y marginación.
Recientemente, el contexto político en México ha sido testigo de avances significativos en el reconocimiento y empoderamiento de las mujeres. En 2024, el país eligió por primera vez a una presidenta mujer, lo que marca un hito histórico en la lucha por la igualdad de género y la inclusión en la política. Esta elección no solo simboliza la ruptura de barreras de género, sino que también representa un cambio cultural profundo en la estructura de poder de la nación.
En el mismo sentido, el nuevo emblema del Gobierno de México para este sexenio, que presenta la imagen de una mujer indígena, se erige como un símbolo poderoso de inclusión y respeto a las raíces históricas y culturales del país. La imagen de la mujer indígena, discriminada históricamente, ahora se erige como un símbolo de resistencia, sabiduría y conexión con la tierra, marcando un precedente como el rostro de un nuevo gobierno encabezado por una mujer. Esta imagen refuerza la idea de que la historia y el futuro de México no pueden entenderse sin el aporte de las mujeres rurales e indígenas.
Sin embargo, no basta con que la representación de la mujer sea un elemento gráfico en el emblema oficial; el verdadero desafío está en traducir ese compromiso en acciones concretas que promuevan la equidad de género en todos los niveles. Es crucial que las mujeres, vean reflejadas sus demandas en acciones y políticas públicas efectivas, en el acceso a recursos, en la participación en la toma de decisiones y en la mejora de sus condiciones de vida. Solo así se garantizará que el discurso de inclusión y empoderamiento no quede en el plano simbólico, sino que se materialice en una transformación real que respete y valore el aporte de las mujeres a la sociedad.
“…no basta con que la representación de la mujer sea un elemento gráfico en el emblema oficial; el verdadero desafío está en traducir ese compromiso en acciones concretas que promuevan la equidad de género en todos los niveles”.