Parecería que todo empezó el viernes con el dato de empleo reportado por Estados Unidos. A partir de esa información, que fue peor de lo que se esperaba, los mercados financieros —empezando por los asiáticos— comenzaron a temblar. Las cifras del mercado laboral estadounidense fueron el detonante de algunos desequilibrios que ya estaban presentes en la economía global, pero también muestra de los ciclos económicos que todavía no se entienden en su totalidad.
Los grandes inversionistas que operan recursos a través de los mercados financieros buscan continuamente —24 horas de los 7 días de la semana— mejores rendimientos y los mercados se ajustan cada vez más rápido a esta demanda por retorno.
Durante mucho tiempo, Japón tuvo tasas de interés nominales alrededor de cero utilizando, para efectos prácticos, tasas reales negativas por años para intentar animar una economía poco dinámica, con una población envejecida y con inflaciones muy bajas. El yen, además, se depreciaba. Para los inversionistas en búsqueda continua de rendimientos había una oportunidad. Se pedía prestado a tasas muy bajas pudiendo invertir esos recursos en otros países — Estados Unidos de entrada— y obtener rendimientos interesantes: el famoso “carry trade”. Las empresas de tecnología son el mejor ejemplo.
Las condiciones macroeconómicas de esa economía asiática han ido cambiando paulatinamente. La inflación en Japón empezó a salirse de los rangos esperados y el banco central optó por subir la tasa de interés a 0.25% el 31 de julio después de una subida previa en marzo que la había llevado a 0.10%. La moneda, además, empezó a apreciarse. Y las perspectivas para la economía estadounidense comenzaron a enfriarse.
Hace casi dos años que empezó a pronosticarse una recesión en Estados Unidos. Por la duración “habitual” de los ciclos económicos una recesión podría haberse esperado a inicios del año pasado; pero, en primer lugar, se entiende poco de los ciclos en cuanto a magnitud y duración y, en segundo, no han sido momentos “habituales”. La pandemia —y los apoyos que se dieron como respuesta— cambiaron los ritmos que se podrían haber esperado antes. Las condiciones dejaron de ser las usuales. El ceteris paribus (todo lo demás constante) de los economistas fue muy poco útil. Nada se había mantenido constante.
La economía de nuestro vecino se mantuvo muy dinámica en años recientes. El año posterior a la pandemia no solo se recuperó lo que cayó en 2020 sino que generó un momentum que se ha mantenido. Pero ya hay signos de que el ritmo de crecimiento está cayendo.
El dato de empleo del viernes —en el que se reportó la creación de 114 mil empleos, por debajo de los 175 mil esperados— avivó los temores de que la desaceleración ya está aquí. Después de la reunión de la Reserva Federal la semana pasada, se ha generado en los mercados financieros la expectativa de que el ciclo de disminución de tasas empezará —ahora sí— en septiembre.
Si Japón sube tasas, Estados Unidos las baja y el yen se aprecia las oportunidades para obtener rendimientos fuera de lo normales empiezan a acotarse, el espacio para la especulación se hace menor. A esto hay que sumar el ajuste en las perspectivas sobre la inteligencia artificial y las empresas que se dedican a ello.
El dato del viernes movió al mercado japonés que tuvo su peor día en 37 años. También se movieron las bolsas en Estados Unidos y obviamente las mexicanas. Habrá más ajustes. Las condiciones están ahí para más episodios de volatilidad.
@ValeriaMoy