Hay plazos marcados puntualmente por una fecha, otros más aparecen antes o después de lo previsto. Hoy se cumplen las cuatro semanas del plazo que Estados Unidos dio a sus principales socios comerciales, México y Canadá, para que estos frenaran la entrada de fentanilo y el flujo de migrantes hacia Estados Unidos. Lo que Trump otorgó fue tiempo.

Incluso desde ese momento se sabía que no habría forma de satisfacer las demandas del presidente de Estados Unidos. Nunca hubo claridad sobre las métricas que se considerarían. El personaje que gobierna Estados Unidos es insaciable. No se detiene si no considera que él no es el ganador en cuanta negociación enfrente. No serán suficientes los arrestos, ni la entrega de capos, ni el envío de cualquier número de elementos de seguridad a la frontera.

¿Qué será suficiente para satisfacer a un presidente obsesionado por desacomodar el orden mundial actual?

Al momento de enviar estas líneas la más próxima de las amenazas se concretará. No se sabe aún la duración que tendrán. Sí se sabe que son los primeros de muchos. El 12 de marzo entrarían en vigor los aranceles de 25% para las importaciones que Estados Unidos haga de acero y aluminio proveniente de México y Canadá aludiendo a la Ley de Expansión Comercial de 1962 que se sumarían, al parecer, a los generales. El impacto de dicha medida será mayor que el que se dio cuando una medida similar se implementó en 2018. El subraya que de aplicarse ese arancel el impacto sería un monto equivalente a 1.5% del PIB mexicano por incluir fracciones no incluidas anteriormente.

Se mantiene abierta la posibilidad de la imposición de aranceles recíprocos anunciada el 13 de febrero ante lo que Trump considera barreras comerciales. Otra amenaza anunciada el 18 de febrero contempla imponer aranceles de 25% —que podrían aumentar en el tiempo— a automóviles, semiconductores y productos farmacéuticos para atender, desde el punto de vista del presidente de Estados Unidos, la falta de reciprocidad en el comercio de dichos bienes. Otros más se anunciaron ayer sobre los productos agrícolas.

Las amenazas ya empiezan a tener efectos. Estados Unidos ya empieza a tener señales de una contracción económica, aunque aún exista cierto impulso de la reciente expansión. Ayer mismo, antes de la confirmación de los aranceles, la Reserva Federal de Atlanta ajustó la expectativa de crecimiento para la economía de EU a -2.8% durante el primer trimestre del año de forma anualizada.

La inflación es de nuevo una variable de preocupación. Los consumidores estadounidenses empezarán pronto a darse cuenta que los impuestos a las importaciones acaban traduciéndose en mayor o menor medida en precios más altos.

En México la inversión está detenida. La encuesta de opinión empresarial, publicada ayer por el Inegi, cayó en febrero 1.1 puntos en su comparación con enero. Para dimensionar mejor la caída pensemos que el cambio frente a febrero del año pasado fue de 2.2 puntos. La inversión extranjera directa recibida apenas creció durante 2024 frente a la recibida en 2023, lo que revela poca evidencia de relocalización a pesar de los problemas propios del indicador. La perspectiva de crecimiento, sin incorporar aún los escenarios de aranceles, no ha hecho más que reducirse.

El tipo de cambio —que ya ha tenido una depreciación significativa en los meses recientes por factores distintos a los externos— será la variable de ajuste.

Hoy, sin duda, se cumple un plazo. Pero el futuro parece más incierto que nunca.

@ValeriaMoy

¡EL UNIVERSAL HIDALGO ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News