Hace unos días el escritor Alfredo Rivera Flores visitó Pachuca para conmemorar los veinte años de la edición de su libro La Sosa Nostra, que le costó, irónicamente pagar daños morales a Gerardo Sosa Castelán, quien actualmente cohabita con un grillete electrónico para sobrellevar una prisión domiciliaria a consecuencia de enredos financieros.

En su disertación, el escritor satisfecho soltó: Por fortuna yo estoy libre.

El movimiento estudiantil convivió ideológicamente con el PRI durante largos años, ahora busca su madurez con la adquisición de un partido político que le permita hacer su nuevo frente de guerra desde la lucha electoral.

Enarbolando la bandera del Partido del Trabajo, el Grupo Universidad ya con 40 años en la escena política y con la UAEH como rehén, se lanza a revivir ese cascado instituto político que de origen pocas veces alcanzó el 3 por ciento para entonces, vivir de las prerrogativas.

Al menos en dos momentos, en lo personal presencié la impunidad de este grupo. Una fue en 1985, cuando el Congreso del Estado decidió declarar la desaparición de poderes en Tulancingo. A Luis Roche Carrascosa, a quien consideraban un buen alcalde le arrebataron el poder y colocaron en su lugar a un ex dirigente de la FEUH.

Cientos de estudiantes guiados por porros, que ahora se dicen empresarios, al concluir la sepultura de una supuesta víctima de la policía municipal, salieron en caravana hasta llegar a la sede municipal.

Dos bidones de gasolina fueron rociados en el interior del edificio y otro en la llamada Sede de Justicia. El señor Pastrana, que hacía las veces de cronista se fue apresurado del edificio ante el riesgo, fue el último en salir.

Festivos con algunos gritos de justicia, los estudiantes vieron cómo se consumía el Palacio Municipal, sin entender la manipulación a que estaban sujetos.

Otra, fue el secuestro de Miguel Ángel Barberena, entonces delegado del CEN del PRI en Hidalgo a quien reclamaban un mayor número de candidaturas. Tomado por la muchachada fue llevado a las instalaciones de su organización estudiantil, la FEUH, entonces ubicada en la avenida Madero.

Con palos y tubos, cientos de jóvenes hacían rondas e impedían el paso de personas o vehículos por esa arteria, mientras los líderes buscaban presionar al interior del edificio al enviado del CEN del PRI.

La crisis política y de seguridad duró horas, mientras algunos reporteros nos escabullíamos entre los estudiantes, al correrse la versión de que Barberena era torturado. Todo eran gritos, desconfianza, mentadas de madre mientras la sociedad se escondía para evitar ser víctima de los porros.

Por fortuna estos son otros tiempos, aunque el miedo no desaparece ahora, al saber que algunos de los candidatos del PT cuentan con antecedentes penales. Los índices de asesinatos y trasiego de huachicol se cometen justamente en municipios con alcaldes de esa filiación.

Nimiedades: No cabe duda de que la titular de los Derechos Humanos, vive en una película muy distante a nuestra realidad.

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