Las desgracias provocadas por la naturaleza generalmente van acompañadas de un claro oportunismo de actores políticos que buscan atraer los reflectores a base de un histrionismo que cae en la desvergüenza, sobre todo cuando ellos mismos fueron omisos en su momento para resolverlo. Un caso lamentable es el río Tula.
La existencia de un decreto presidencial que favorece el cultivo en 110 mil hectáreas del Valle del Mezquital, así lo convino, sin embargo, ello colocó en riesgo a Tula y al menos seis municipios más que conviven con la ribera de ese afluente.
Dentro de esa autorización a disfrutar de toda el agua, como un acto de contrición en favor de los hñähñus, nunca se acordó su tratamiento y ello trajo a la región de Tula, la peor de las hecatombes que es la contaminación en agua, tierra y aire, y que, por reportes de salud, son incontables las víctimas de sus efectos. En 2005, se confirmó ser el peor infierno ambiental del mundo.
Todo esto está relacionado con el aumento de padecimientos dermatológicos, respiratorios, gastrointestinales, mentales. Incluso hay malformaciones encefálicas y genéticas entre los vecinos de este cuerpo de agua, incluyendo por supuesto la vida acuática del río.
En 2017 fue creado un programa que habría de asegurar que, al aumentar el nivel del río, no afectara a la ciudad de Tula. Allí vimos a grupos subvencionados por empresarios como Noé Paredes comenzar la resistencia y a evitar el avance de los trabajos, lo que motivó que el río quedara azolvado y sin rectificación. El político tulense Octavio Magaña encabezaron la protesta sin dar la cara, hasta que llegó la desgracia.
En septiembre del 2019, el aumento del caudal hasta en 450 metros cúbicos por segundo, hizo que reventara todo. La inevitable inundación causó muerte y desgracia. Entonces, algunos representantes populares de la zona, salieron a entregar botellas de agua, cuando se trabajo debía ser más visionario y buscar soluciones con las autoridades de la Conagua.
Las fotos haciendo la eterna faramalla de ayudar al desvalido se hicieron comunes, tal como sucedió con Cuauhtémoc Ochoa, quien en últimas fechas asegura que nada se ha hecho, que nada se hizo.
Sólo hay que recordar que la contaminación nunca fue su tema, aun cuando se desempeñó como subsecretario de Fomento y Normatividad Ambiental de la Semarnat, o bien cuando formaba parte de la comisión Investigadora del daño ecológico y social generado por PEMEX en la LIX legislatura.
Hoy, justo que cumple tres años con su nueva bandera de Morena, tras quitarse la del Verde Ecologista y en su momento la del PRI, discrimina cualquier esfuerzo sin haber levantado un tabique en favor de los damnificados o en alguna acción para combatir la mortal contaminación.
Estos políticos, sin importar su filiación, tal parece que son parte de la contaminación que debemos solucionar.
Nimiedades: Por fortuna en Dengantazha ya encontraron oídos que los escuchen, sería el principio para terminar con mineros voraces.
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